23 de Noviembre de 2024

 

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El presidente Andrés Manuel López Obrador inició su gobierno con un golpe de autoridad y un juramento: la cancelación del Aeropuerto de Texcoco y la austeridad. Aseguró que su administración no sería de derroches ni lujos, aunque muy pronto la realidad lo alcanzó tras revelarse la vida de ensueño de sus hijos mayores y funcionarios cercanos, los escándalos de corrupción en organismos como Segalmex y el multimillonario sobrecosto de los proyectos de infraestructura prioridad de su gobierno.

La primera de estas obras insignia fue el Aeropuerto Felipe Ángeles que se inauguró en marzo del 2022 sin un proyecto integral que incluyera vías de comunicación de acceso, conectividad con otros aeropuertos y servicios como hoteles y comercios. Por todas estas carencias las aerolíneas y los usuarios no lo ven viable y no lo usan.

Pero el Presidente insiste en trasladar paulatinamente, y contra la voluntad de las aerolíneas y los usuarios, las operaciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México al de Santa Lucía. Esta semana se publicó en el Diario Oficial de la Federación la resolución por la que se declara la saturación del AICM, con lo cual el gobierno federal fijó una nueva reducción temporal de los vuelos, los cuales pasarán de 52 a 43 operaciones por hora a partir del 28 de octubre.

Las tres principales aerolíneas del país, Aeroméxico, Volaris y VivaAerobús, advirtieron afectaciones a los pasajeros, a los trabajadores y a la conectividad del aeropuerto capitalino. La IATA –Asociación Internacional del Transporte Aéreo– pidió mayor rigor técnico y operacional ante los cambios planteados por el gobierno, además una coordinación con todos los integrantes de la industria.

Al presidente López Obrador no le importa lo que digan los organismos internacionales y tampoco las aerolíneas. Él mismo ya no vuela en aviones comerciales desde finales del año pasado por su condición de salud, los reclamos de pasajeros y la complicada logística. AMLO usa aviones privados Gulfstream de la Secretaría de la Defensa Nacional para sus giras, como la que hará este fin de semana en el sureste, donde aprovechará para dar su mensaje con motivo del Quinto Informe de Gobierno.

López Obrador siempre ha desdeñado a las aerolíneas privadas, en buena medida por quienes son sus accionistas principales –algunos considerados sus adversarios– y también porque la base de sus votantes no suele usar este tipo de transporte. La amplia clase media mexicana, que ha criticado y ha llamado “aspiracioncita”, es la que vuela en aerolíneas comerciales, como lo hacían él y sus acompañantes en los primeros tres años de gobierno.

Obligar a que los pasajeros y aerolíneas usen el aeropuerto de Santa Lucía a punta de decretos evidencia desesperación y autoritarismo. Por si fuera poco, si las aerolíneas no trasladan su oferta de vuelos al AIFA, lo único que va a ocasionar el Presidente es un aumento en las tarifas aéreas. Más inflación.