23 de Noviembre de 2024

 

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A muchos les cuesta. Otros son tan tímidos, que tienen horror de poder dar un primer paso como este. La realidad es que un buen saludo, siempre es una muestra importante de valores y educación, de esa que no se da en la escuela, que se debería aprender en casa, o si no por cuenta propia. El saludo demuestra respeto, cordialidad y empatía. A través de una frase se puede brindar un momento de alegría a los que te rodean. El saludo es un hábito universal para la buena convivencia.

Los hay súper protocolarios y formales y otros, más livianos y sociales. No siempre debe ser el clásico buenos días, buenas tardes o noches. A veces un gesto como la sonrisa acompañada de una pregunta bienaventurada nos puede servir de entrada. Obvio, la inflexión y el tono debe ser cuidado para que pueda causar la sensación positiva que queremos. Nuestra vida está hecha de pequeños detalles. Saludar no es solo buena educación. Cuando un ser humano se encuentra con otro, se saludan. Detrás hay muchos siglos de peleas y guerras. Cuando dos personas no pueden verse, se dice que se niegan hasta el saludo. Porque saludar a uno es desearle salud y darle la salvación. Es respetarle y aceptarle. Es una forma de quererle.

Hoy es un buen día para el saludo, para la sonrisa, para llamar a cada uno por su nombre, para ser amable y servicial, para escuchar a los otros e intentar comprenderlos. Porque el saludo es tan solo el primer paso hacia nuevas comunicaciones y amistades. Y hoy es un buen día para irse acostumbrando a saludar. Ya sea un apretón de manos, una sonrisa, un gesto con la cara. Todo vale para saludar.

Esta vez más que argumentar quiero compartirle la siguiente historia, léala con calma. Espero que le impacte positivamente:

Había un hombre que trabajaba en una fábrica de embutidos. Después de una larga jornada laboral y haciendo las inspecciones de rutina, se acercó a una nevera a inspeccionar que todo estuviese bien y la gran puerta de hierro que había se cerró tras él dejándolo encerrado dentro. Sentía una gran desesperación, pero a pesar de sus intentos de abrir la puerta o pedir ayuda, todo resultó inútil.

El horario de los demás trabajadores había acabado y nadie le escuchaba gritar. Las horas pasaban y el frío del lugar le hacía perder sus fuerzas, además poco a poco se acababa el oxígeno y tras cinco horas dentro de la nevera el hombre comenzaba a pensar que ese era su final.

Sus fuerzas comenzaros a fallar y de la desesperación pasó a la resignación… ¡de repente la puerta de la nevera comenzó a abrirse! La abrió el guardia de seguridad de la fábrica y para él fue como su ángel de la guarda porque le estaba salvando de una muerte segura.

Cuando le preguntaron al guardia de seguridad que como es que se le ocurrió abrir la puerta de la nevera (puesto que esa acción no formaba parte de su trabajo), el hombre al contestar lo tuvo muy claro, las palabras que dijo fueron las siguientes:

– llevo trabajando en esta empresa más de 35 años y veo a diario a cientos de trabajadores que entran y salen, que empiezan su jornada y de repente ya no les veo más durante todo el día, pero solo hay uno de todos estos hombres que hace que me preocupe por él. Es este hombre, que todas las mañanas es el único de toda la fábrica que cordialmente me saluda y cuando se va es el único que con mucha amabilidad se despide… para el resto de trabajadores soy invisible. Esta mañana no me faltó su saludo matutino, pero no escuché su “hasta mañana” de despedida por lo que cuando pasaron varias horas me preocupó y por este motivo entré a inspeccionar, le busqué y le encontré.