Toda narrativa tiene fecha de caducidad, incluyendo la de la 4T. El momento para el fin de esta narrativa todavía está muy lejano. Sin embargo, tarde o temprano la narrativa se agota. A Rafael Correa la “revolución ciudadana” le ganó tres elecciones de forma contundente y una cuarta de una manera tan desarticulada que acabó por destruir al movimiento. Al uribismo en Colombia le alcanzó para más, Uribe se reeligió más veces de la que la constitución lo permitía y luego todavía logró los triunfos de Santos (que se le volteó) y Duque.
¿Qué pasa cuando una narrativa se agota? Generalmente es reemplazada por su contrario. Al correísmo ecuatoriano lo siguió la presidencia de Guillermo Lasso, el contrincante político de Correa; al uribismo en Colombia lo siguió la peor pesadilla de Uribe, Petro. Pensar en el futuro no es algo que se precie mucho en América Latina. Pero el futuro llega, siempre llega. Pensar que aquí o a nosotros no nos va a pasar es un sinsentido.
El triunfo electoral de Javier Milei en Argentina sacó a relucir lo peor de una sociedad polarizada en México. Analistas y pensadores mexicanos que alguna vez fueron sensatos, celebraron el triunfo de Milei con visceralidad; como si se tratará del triunfo del bien sobre el mal. Que políticos mexicanos hayan celebrado el triunfo, solo los sumerge en su actual intrascendencia (incluyendo el incomprensible vitoreo de Xóchitl), pero que comunicadores y líderes de opinión hayan hecho lo mismo es el síntoma de una sociedad que ha caído en la trampa presidencial de la polarización.
En este momento esa polarización beneficia al Presidente; le permite construir una interlocución de confrontación con los símbolos del pasado y el establishment que lo hacen parecer el prócer de la “transformación.” Induce además en estos sectores, actitudes reaccionarias, posiciones radicales, argumentos irracionales que acentúan más ese contraste. Sin embargo, el Presidente haría bien en moderarse. Algunas de sus acciones, políticas y palabras son excesivas y dan la sensación de solo buscar molestar u ofender a esos otros sectores. Los mensajes tras el triunfo de Milei muestran cómo esto ha permeado esto en los estratos más “ilustrados” de la oposición, y las reacciones cada vez más violentas que suscitan.
El éxito de la “4T” no solo depende del triunfo electoral en 2024, sino en que lo que sea que venga después no sea el contrario radical de ella. La 4T se considera a sí misma un movimiento de izquierda, pero los excesos pueden acabar construyendo una ultraderecha en México como nunca la hemos visto. El éxito del cardenismo es que logró construir un modelo que no fue ni destruido ni satanizado por las administraciones subsecuentes. El cardenismo fue perdiendo ímpetu, pero nunca dejó de ser una narrativa esencial en la cosmogonía mexicana porque entendió que para trascender tenía que limitar sus excesos.
La 4T está tan embobada por su propio poder que está empezando a excederse, y eso a la larga es en detrimento de ellos mismos, de su movimiento y de su proyecto de país. Celebrar el triunfo de Milei como la reivindicación del bien y el cambio es una tontería, pero es un síntoma muy fuerte de algo que se está cociendo muy lentamente en ciertos sectores de la población. Puede que tarde mucho en cuajar, pero lo que menos necesita el país es la llegada al poder de una ultraderecha visceral que hasta hace poco era insignificante en el país. La 4T está dando cabida a la ultraderecha en México. Los excesos generan reacciones excesivas.
Los uribistas en Colombia y los correístas en Ecuador se sentían tan inmunes en sus posiciones de poder y popularidad que cometieron excesos que llevaron eventualmente a su caída y la llegada al poder de su antítesis. En su momento, ambos se rieron de la posibilidad de perder el país ante sus adversarios. La 4T puede predicar haber transformado al país de muchas formas, pero si su legado es el fortalecimiento de la ultraderecha, podría acabar no teniendo espacios para predicar. Sin saberlo, Fox y sus atropellos, continuados por Calderón y Peña, abrieron el camino a López Obrador. Ahora, de igual manera, los excesos políticos de la 4T abren el camino a una futura ultraderecha. A nadie le importa el futuro lejano, pero el futuro lejano acaba eventualmente por convertirse en presente.
Analista político