Quién lo diría, la Inteligencia Artificial (IA), esa entelequia digital que desafiaba la paz de toda la humanidad ha sido dominada por la burocracia europea. Como si fuese la película King-Kong VS Godzilla, el amenazador monstruo digital fue contenido momentáneamente por otra bestia colosal sin que sepamos cuál será el ganador.
La Unión Europea hizo historia ayer al aprobar la primera ley del mundo que regula la Inteligencia Artificial, pero ¿y ahora qué? La duda persiste porque no hay precedentes similares a esta ley en otras regiones y no sabemos si le darán un golpe a la desigualdad social o a la innovación y la seguridad.
Con 523 votos a favor, 46 en contra y 49 abstenciones, esta ley se convierte no solo en un marco legal, sino en la nueva biblia para regulaciones similares en otros rincones del mundo. Y se espera que entre en vigor a mediados de 2026.
Básicamente, es el sueño de cualquier amante de la privacidad y la seguridad digital pues se basa en una escala de riesgos. La UE ha decidido que los sistemas de IA que presenten “riesgos inaceptables” van contra las reglas y por eso serán prohibidas.
Eso incluye el uso de datos biométricos para averiguar si prefieres el café o el té según tu origen étnico. Si te gusta tal o cual persona o si usan de manera indiscriminada imágenes faciales extraídas de la Web para crear sistemas que te hagan comprar cosas que no necesitas. En resumen, se acabó eso de manipular a la gente y la vigilancia masiva.
Los sistemas de “alto riesgo” tendrán que pasar por un montón de pruebas para demostrar que son seguros, transparentes y que respetan la privacidad de la gente. Y para los desarrollos de IA más buena onda, como esos que te crean fotos de gatitos en paisajes surrealistas, simplemente tendrán que dejar claro en una etiqueta que su producción es sólo ficción.
La ley aplicará a los modelos que operan sólo en la UE, pero, además, no afectará a las competencias de los Estados miembros en materia de seguridad nacional ni en investigación y desarrollo. Si las IA se pasan de la raya, se pueden llevar una multa de hasta 7% de sus ganancias globales anuales. ¡Tómala!
Pero déjame mostrar mi escepticismo. No sé si la ley ayudará o ampliará la desigualdad y la inseguridad digital mundial. La IA es como Godzilla que nos lleva desde el asombro hasta el pánico sutil. No solo nos ayuda a curarnos de enfermedades y fabricar cosas más rápido, también nos suplanta, nos ofende y engaña de manera recurrente. En ese sentido, ¿cómo le pones reglas a algo que cambia más rápido que un challenge en Tik Tok?
La IA es un monstruo camaleónico que lo mismo es un asistente personal o un coche que se conduce solo. Es el hacker intentando violar la seguridad de instituciones y deep fake que te dice por quién no votar. Intentar encerrarla en un conjunto de reglas es como intentar atrapar humo con las manos.
El problema se agudiza cuando miramos el mapa mundial y vemos la disparidad abismal entre los países que pueden jugar a ser dioses tecnológicos y los que apenas logran seguir el ritmo. Luego entonces, cómo equilibrar esta pista de juego sin que nadie se sienta excluido o, peor aún, explotado.
En 2021, la UNESCO sacó a relucir su Recomendación sobre la Ética de la IA. La receta parece sencilla en papel: que todos, desde gobiernos hasta el último de los mortales, nos sentemos a buscar cómo gobernar a la IA. El ingrediente secreto de todo ello es la ética.
Suena titánico, pero no se trata sólo de bits y bytes, se trata de nuestro futuro colectivo, de ese equilibrio entre crear cosas fantásticas y no perder nuestra alma en el proceso. Ya está el primer paso, pero hagamos una IA global, incluyente, paritaria, igualitaria, segura, ética y, sobre todo, humana.