Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
Una de la habilidades blandas que debemos cultivar es la paciencia. Ser paciente no significa permanecer estático. Al contrario, creo que la paciencia debe motivarte a conocerte, a ser buen observador del entorno, a estar ultra receptivo de todo lo qué pasa a tu rededor más que como un espectador, como un protagonista ávido de entrar a escena. Con paciencia hay que prepararse constantemente, para estar listo cuando la oportunidad llegue.
Es la virtud de quienes saben sufrir (dicen algunos) y tolerar las contrariedades y adversidades con fortaleza y sin lamentar. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas sucedan, ya que piensan que las cosas que no dependan estrictamente de uno, se les debe otorgar tiempo.
Y es que estamos aferrados a querer controlar todo, absolutamente todo y la realidad es que nada realmente está bajo nuestro control, nada. Aunque nos cueste reconocerlo. Lo malo es que vivimos entre la preocupación y la ansiedad y dejamos que acuda a nosotros la maravillosa paciencia. Porque ya no tenemos tiempo de nada, vamos demasiado rápido. Sin ningún tipo de cautela, sin otorgarnos, el beneficio de la espera. Porque sí. Esperar es una bendición que nos trae grandes oportunidades.
Incluso creo que cuando esperamos y las cosas suceden traen consigo un inigualable valor. Porque todo lo que llega rápido, rápido se va. Pero cuando las cosas suceden y se logran con su debido tiempo, saben mejor. Es como la comida, cuando es rápida no logra sazonarse como es debido y no sabe igual que cuando le damos a cada alimento su debido tiempo de cocción.
Aunque no lo creas y ahora no la tengas, la paciencia es una virtud que se puede desarrollar y que dará fuerza y valor para lograr aquello que más desees.
Paciencia y silencio son dos atributos considerados como virtudes que solo aquellos más sabios saben poner en práctica. Con estas herramientas podrás afrontar cualquier obstáculo o dificultad que la vida te ponga por delante.
Ya decía Confucio que quien no tiene paciencia y prudencia ante los pequeños problemas de la vida, cuando lleguen las dificultades se sentirá bloqueado; incapaz de reaccionar.
Cuando la paciencia acciona, incluso, ese tiempo que la desarrolla, hace que nos conectemos mejor con nosotros mismos, con nuestra escencia y espíritu.
Obvio, nadie nos enseña a ser paciencia, éste es un arte que se adquiere con el tiempo y con la determinación de incluirla en nuestra dinámica diaria. Incluso, creo que junto con el silencio, la buena y correcta respiración debería estar dentro del paquete, para salvaguardar los grandes retos que esta vida álgida que estamos llevamos nos presenta.
Las personas pacientes saben situarse en el mejor andén de la vida. En ese por donde pasan los mejores trenes aunque tarden, aunque se demoren. Y ten claro que la espera merecerá la pena porque, mientras aguardas, desarrollarás otras aptitudes: perseverancia, coraje, resilencia y esperanza.