22 de Noviembre de 2024

11b

El mundo está habitado por diversas especies de seres vivos, dentro de éstas existe uno muy peculiar que, de acuerdo con sus dotes, es superior a los otros. En efecto, la naturaleza le dotó de razón, sin embargo, los otros millones de criaturas que no privilegió con el raciocinio, se comportan mejor que quien si lo tiene.

El Homo sapiens es el único ser vivo que pese a tener la facultad de pensar, la utiliza para destruir a los de su misma especie; es decir, crea y actúa para atacar a sus semejantes.

Es cierto que miles de seres vivos atacan para satisfacer sus necesidades primarias o esenciales como alimentarse y, por ello, matan por instinto. Pero, el ser racional, el hombre, aniquila no para saciar dichas necesidades, sino para resolver sus conflictos en lugar de analizar la mejor manera de solucionarlos privilegiando siempre la vida de sus semejantes; por el contrario, la desdeña y agrede a sabiendas de que habrá miles de inocentes que no sobrevivirán.

El ser humano es el único que desperdicia su tiempo, dinero y esfuerzo en crear armas para destruirse, es el animal destructor de sí mismo; perdón, quise decir animal racional destructor de sí mismo. No crea armamento para enfrentar los verdaderos peligros para la humanidad que puedan poner en riesgo la perpetuación de su especie, sino para terminar con ella.

Hoy, vemos un panorama triste y desolador en varias zonas de globo terráqueo donde la oscuridad en el pensamiento sobresale en esta era. Se disparan misiles de un país a otro, como si fuera un juego de computadora, sin importar la vida de cientos o miles de seres de su misma especie.

Los líderes políticos, mejor dicho, los que ocupan los altos cargos en algunos países, toman decisiones sobre la vida de miles de inocentes, bebés, niños, niñas, abuelos, abuelas, padres.

La madre naturaleza nos comienza a mandar señales ante su descontento por lo que está sucediendo desde hace un tiempo, a través de los cuatro elementos nos demuestra que hay un poder superior a los drones, cohetes o cortinas antimisiles. Claro ejemplo de ello son los movimientos telúricos que recientemente sacudieron la tierra en Nueva York, Japón, Taiwán, entre otros países. Por su parte, las lluvias torrenciales sumergieron en el agua al gigante de oro; ésta colapsó al mundo árabe, a la joya de la corona, a Dubái. El fuego, con la erupción de volcanes y derivado de las altas temperaturas ya comienza a hacer lo propio con los incendios que vendrán. Incluso, ya fuimos testigos de la fuerza del viento con Otis, que en pocos minutos destruyó Acapulco.

Al respecto, Cumrun Vafa, físico y matemático por la Universidad de Massachussets y doctor por la Universidad de Princeton, señala: “La naturaleza tiene respuestas para todo lo que hace. No sigue nuestras reglas, sino las suyas propias”.

Las altas temperaturas también llegan a la escena política en diversas latitudes donde imperan los ataques.

Así es que ante estos tiempos tan convulsos es bueno recordar las palabras que lleva el título del presente artículo y que se encuentran en un texto sagrado leído por miles de personas, o las que los vedas transmitieron hace miles de años a personas muy preparadas identificadas como los rishis, que en aquel entonces tenían un mayor nivel humanista que el impera hoy en día, y dicen así: shanti, shanti, shanti; paz, paz, paz.