22 de Noviembre de 2024

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Los temas religiosos están íntimamente entrelazados con lo político, por lo cual es difícil segmentarlos. Max Weber proponía la construcción tipos ideales, modelos hipotéticos de la realidad, que con una base neokantiana se proponía tomar lo que consideraba aspectos claves de los fenómenos sociales, para así desarrollar un análisis más cuidadoso de los fenómenos sociales, aunque advertía Weber que era simplemente una estrategia analítica y conceptual, que no puede encontrarse empíricamente en la realidad. Las diversas construcciones de los tipos ideales están condicionadas por la cosmovisión, la ideología y la cultura del sujeto que lo construye.

El peligro que tienen algunos académicos es que construyen los tipos ideales con el “sentido común”, un conjunto de juicios compartidos por una sociedad y aceptados de “manera natural”, sin que quienes los aceptan necesiten explicarse “porqué”.

Estas disquisiciones aparentemente filosóficas son claves para explicarnos las fobias religiosas, racistas y discriminatorias que lamentablemente son compartidas por los miembros de muchas sociedades sin que tomen la precaución de buscar ni explicarse la consistencia ni verisimilitud de lo que se afirma. Un componente estratégico es la construcción de “chivos expiatorios”: persona o grupos sociales sobre quienes se hacen recaer responsabilidades, para exculpar o eximir a los verdaderos culpables.

Es importante tener en cuenta que muchas de las fobias son parte de proyectos políticos y estrategias de poder que emplean dichas estrategias para controlar, descartar, desechar e incluso eliminar a sus oponentes. También puede ser una estrategia para evitar responsabilizarse de ciertas acciones.

Los reyes de España han sido maestros en la construcción de fobias sociales, culturales y étnicas. Las condenas de la Inquisición se cumplían mediante actos solemnes con la presencia de las autoridades civiles y eclesiásticas que presenciaban y aclamaban la realización de las acciones tomadas, como la quema en vida de herejes (judíos, musulmanes), homosexuales y blasfemos (cristianos que criticaban a la Iglesia). La población debía asistir a los Autos de Fe y respaldar dichas actividades en forma entusiasta.

La Colonia española construyó así una memoria profunda y una cultura de descalificación de los “otros” y los diferentes, manteniéndose hasta la actualidad criterios de recelo, rechazo, desconfianza y convicciones adversas hacia las categorías descalificadas por la Inquisición y que persisten en la actualidad.

Los judíos y musulmanes fueron expulsados de España y obligados a la conversión forzosa al cristianismo. La Inquisición española se dedicó a perseguir a los judaizantes, cristianos cuya conversión no era reconocida y se consideraba que mantenían sus prácticas religiosas.

En México existe la frase “vieron venir moros con tranchete” refiriéndose a la percepción de que los musulmanes (“moros”) son una amenaza para la sociedad. Los judíos eran considerados “deicidas”, una extraña figura penal que consideraba solidariamente responsables a todos los judíos y sus descendientes de matar a Jesús de Nazareth, el dios de los cristianos. Fueron eximidos de esta “responsabilidad penal” en 1965 con la Encíclica Nostra aetate, donde se decide cambiar los criterios de relaciones con las otras religiones.