Vienen de la misma generación, uno tiene 49 años y el otro 47. Aunque de estilos y formas diferentes, a los dos les tocó dirigir a sus partidos en tiempos de vacas flacas y, si bien ambos llegaron a las dirigencias nacionales después de dolorosas derrotas, en los seis años que los dos llevan al frente del PRI y del PAN, con ellos como dirigentes nacionales las dos fuerzas políticas perdieron votación, gubernaturas estatales, alcaldías importantes y disminuyeron sus bancadas en el Congreso de la Unión y en los Congresos locales.
Alejandro Moreno Cárdenas al frente del PRI, y Marko Cortés Mendoza, como presidente del PAN, han sido por mucho los dirigentes nacionales de sus partidos con los peores resultados electorales y políticos de las épocas recientes. Alito perdió entre 2019 y 2024 un total de 13 gubernaturas en los estados, disminuyó la presencia del PRI en las Cámaras de Diputados y Senadores a los números más bajos en la historia del viejo partido, y bajo su mando, el partido tricolor no sólo sufrió fuertes fracturas por la renuncia de liderazgos políticos importantes, sino que, en términos reales, Moreno llevó al priismo de ser la segunda fuerza política nacional, cuando él asumió el cargo, a terminar en las recientes elecciones federales del 2 de junio pasado, como la cuarta fuerza política nacional, superado incluso por su viejo aliado y satélite, el PVEM.
Podría decirse que si Enrique Peña Nieto y su grupo político le entregaron el país a López Obrador en 2018, por sus errores, corrupción y porque prefirieron pactar con el tabasqueño al saberse perdidos, Alejandro Moreno llegó para terminar de allanarle el camino a Morena y a su creador, abriéndole las puertas no sólo para la fuga de militantes, bases y clientelas políticas que antes fueron priistas y hoy son morenistas, sino también para que uno a uno, los 15 gobernadores del PRI que había en 2018, comenzaran a rendirse y a plegarse al poder presidencial, entregándole sus estados a Morena. Hoy, bajo la gestión de Moreno Cárdenas, el PRI solo gobierna 2 entidades: Coahuila y Durango, la cifra más baja de gobiernos estatales en su historia.
En el caso de Marko Cortés también le tocó asumir el poder justo después de la debacle panista del 2018 y el tsunami provocado por Andrés Manuel López Obrador y su triunfo arrasador de aquel año por la Presidencia. Aun así, el joven dirigente de 41 años recibió un partido que gobernaba 10 estados de la República, que venía de ser la segunda fuerza política nacional, con una fuerte presencia en el Congreso, y que mantenía también presencia en capitales importantes y en los Congresos locales.
Hoy, casi seis años después de que dirige al PAN, Cortés entregara un partido con sólo cuatro gobiernos estatales, con un fuerte retroceso en su votación nacional y con una disminución notable en sus bancadas legislativas federales y estatales, amén de haber perdido también muchas de las alcaldías grandes que gobernaba en el país. También en su mandato el panismo ahondó sus rupturas y diferencias, con el retiro o la renuncia de liderazgos importantes que abandonaron la militancia blanquiazul.
Es decir, que si bien le tocó navegar en un periodo complicado y difícil para la oposición, por el crecimiento y agandalle del fenómeno obradorista y el enorme crecimiento de Morena, Marko Cortés no supo ser el líder de oposición que llevara a su partido a convertirse en el principal partido opositor y la antítesis de la 4T, oportunidad que desperdició al decidir, en lugar de apostar a crecer la estructura y la militancia panista que aumentó entre el 2000 y el 2012 cuando gobernaron por dos sexenios con Vicente Fox y Felipe Calderón, su dirigencia optó por hacer una alianza con el PRI, que fuera su principal enemigo histórico, lo que terminó por desdibujar al panismo y provocar la renuncia, ruptura o alejamiento de muchos panistas importantes.
Para decirlo con toda claridad, Alito y Marko resultaron ser los peores dirigentes que le pudieron tocar al priismo y al panismo en los últimos seis años y quizás en su historia, y paradójicamente también resultaron ser los “mejores y más convenientes” dirigentes de los dos partidos de oposición para el crecimiento y la consolidación del movimiento político de López Obrador que tuvo en Moreno y en Cortés a los mejores “aliados involuntarios” –o quizá también por momentos voluntarios— para terminar de arrasar al viejo régimen que, para efectos prácticos y de comunicación que le resultaron muy efectivos, el actual Presidente bautizó como el “PRIAN”.