La pugna entre tres grandes organizaciones del crimen organizado ha desatado una tormenta perfecta sobre el estado de Nuevo León y en especial en la zona metropolitana de Monterrey, en donde una violencia inédita se ha disparado.
En lo que va del año casi 900 muertes violentas se han registrado en la entidad, y se ha registrado también una cifra escandalosa: 45 homicidios en las primeras dos semanas de julio.
El martes pasado el Cártel del Noreste (CDN), una escisión de Los Zetas dejó narcomantas en tres municipios de la zona metropolitana: Benito Juárez, Guadalupe y Santa Catarina.
En estas, anunció el inicio de nuevas matanzas en la región: “Venimos a limpiar el pueblo de toda la bola de ratas, como Cártel de Sinaloa, Cártel Jalisco, Cártel del Golfo e independientes. Ábranse o busquen línea”.
En respuesta, un brazo operativo del Cártel del Golfo bombardeó de inmediato las redes sociales con supuestas ofertas de “trabajo”:
“Somos gente del Golfo quien quiere jale para hacer una limpieza en Monterrey de las ratas del CDN, la paga es de 35 mil mensuales. Manden mensaje. Att. Cártel del Golfo Grupo Escorpión”.
De acuerdo con reportes de seguridad, desde que a fines del año pasado los líderes del Cártel de Sinaloa, en respuesta a presiones del gobierno estadounidense, “prohibieron” la producción y venta de fentanilo en aquel estado, los narcolaboratorios de ese cártel fueron trasladados a Monterrey con apoyo de autoridades municipales.
Al mismo tiempo, la Operativa Coahuila, un brazo armado del Cártel del Noreste conocido también Los Chuckys, inició su avance desde la frontera con Coahuila, donde controla entre otras cosas el tráfico de migrantes.
Por otra parte, se registró también el avance desde Tamaulipas, con protección de autoridades del gobierno del emecista Samuel García, según los reportes consultados, de células de Los Metros y el Grupo Toros, de Cártel del Golfo, organización que desde hace tiempo ha encontrado en la capital del estado un paraíso para el lavado de dinero.
Con el contubernio de emecistas, panistas y priistas, estos tres grupos se han lanzado a la conquista de Monterrey y su zona metropolitana, en donde los enfrentamientos entre el Cártel del Noreste y el Cártel del Golfo se han recrudecido en los últimos meses, y en donde ambas organizaciones se han propuesto sacar del estado a las células del Cártel de Sinaloa que obedecen a los hijos del Chapo Guzmán, así como al grupo de Ismael El Mayo Zambada.
Drogas, migrantes, huachicol, lavado de dinero y tráfico de armas es el botín que entre enero y lo que va de julio ha superado en más de 100 los homicidios registrados en el mismo lapso de 2023.
A finales del año pasado, sicarios del Cártel del Noreste dejaron hieleras y bolsas de plástico con restos humanos en calles, parques, avenidas transitadas y carreteras de seis municipios cercanos a Monterrey.
El grupo delincuencial buscaba desde entonces visibilizar al máximo los niveles de violencia extrema a que había llegado. “Los tenemos ubicados”, “esto va para todos”, se leía en las narcomantas abandonadas entonces junto a los cuerpos.
Había llegado a Monterrey el periodo de violencia más virulento en 11 años: algo que no se veía en la capital desde los años oscuros en que esta fue tomada por Los Zetas.
A principios de 2024 fue detenido en San Pedro Garza García el jefe del grupo Escorpión del Cártel del Golfo, José Alberto García Vilano, La Kena o Ciclón 19, mientras compraba trajes en una tienda de lujo.
Meses antes se había perseguido en Salinas Victoria al líder máximo del Cártel del Noreste, Gerardo Treviño Chávez, El Huevo (sobrino del sanguinario Z-40, de nefasta memoria), quien, refugiado en ese municipio, dirigía las actividades y ordenaba las ejecuciones perpetradas por ese grupo criminal (finalmente, fue detenido por fuerzas militares en Nuevo Laredo, Tamaulipas).
La caída de ambos líderes desató reacomodos que exacerbaron la violencia en Nuevo León. A ese coctel explosivo, con apoyo de funcionarios de la fiscalía y de la Agencia Estatal de Investigación, según los reportes consultados, se agregó el avance de grupos llegados desde Sinaloa, que evadían la presión que el Ejército había desatado sobre ellos tanto en ese estado como en Sonora.
El resultado es un territorio asediado por la actividad criminal, que embarra a diversos grupos políticos, y se suma al catálogo nacional de regiones donde fracasó la estrategia del gobierno federal en su manejo del crimen organizado.