La noticia del arresto de Ismael “El Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán López el jueves pasado ya le dio la vuelta al mundo. Diferentes versiones sobre cómo se logró esta detención siguen circulando. Medios estadounidenses apuntan a una traición del hijo de “El Chapo”, quien habría acordado con agentes de la Unión Americana entregar al antiguo socio de su padre y cofundador del Cártel del Sinaloa. Unos dicen que lo engañó, otros que lo llevó por la fuerza. El abogado de “El Mayo” Zambada, Frank Pérez, aseguró que a su defendido lo llevaron en contra de su voluntad. Afirmó que Joaquín Guzmán López lo secuestró junto con seis tipos con uniforme militar que lo ataron, le cubrieron la cabeza con una bolsa y lo subieron a un avión para trasladarlo a Texas. Engañado o secuestrado, el caso es que el “Mayo” está en manos de autoridades estadounidenses y el hijo de “El Chapo” Guzmán también.
Eso es relevante para la administración de Joe Biden, no solo porque son personajes con cargos importantes ante la justicia de ese país, si no porque el Cártel de Sinaloa es la organización que tomó como prioridad el tráfico de fentanilo. Esa droga es mas letal que ninguna que se haya comercializado en la historia, y ha generado un problema de salud pública sin precedente en la Unión Americana. El tráfico de fentanilo es uno de los temas que más preocupan hoy a la sociedad estadounidense.
Por eso Donald Trump menciona a México reiteradamente en sus discursos. Asegurar que perseguirá a los criminales mexicanos incluso si esto implica hacerlo en nuestro territorio, es algo que sus votantes quieren escuchar. El presidente Biden no habla mucho y cuando lo hace el resultado suele ser desafortunado, pero su administración puede hablar con acciones.
Esta detención es una elocuente manera de mostrar firmeza y eficiencia en la lucha contra los traficantes de drogas, ante un Trump que los ha tachado de ser tibios con los criminales extranjeros. De este lado de la frontera lo que queda claro es que no hubo colaboración con el gobierno mexicano para lograr este arresto.
No hubo siquiera una comunicación clara. Puede leerse como una falta de confianza en las autoridades de nuestro país; las mismas que liberaron a otro hijo del Chapo, Ovidio Guzmán “El Ratón“, cuando lo tuvieron en sus manos.
Ahora vendrán los reacomodos al interior del Cártel de Sinaloa. Seguramente serán días de violencia y venganza. Pero más allá de eso, ¿qué sigue para México en cuanto al manejo de la criminalidad? Digo manejo y no combate, porque esa es la duda central. ¿Mantendrá Claudia la misma estrategia que su predecesor? Los balazos de otros tiempos no funcionaron para terminar con la violencia de los cárteles, pero los abrazos de ahora tampoco. Los criminales han ganado terreno y han diversificado sus actividades. Trafican droga, pero también combustible, armas, agua y personas.
Amenazan, extorsionan, imponen candidatos y expulsan a comunidades enteras como en Chiapas. ¿Qué va a hacer la próxima administración ante esto? ¿Qué puede hacer? Si vemos la cantidad de asesinatos que hubo en estas campañas y el número de aspirantes que mejor se hicieron a un lado, podemos fácilmente inferir que hay grupos criminales que se han infiltrado en algunos gobiernos.
Ante eso, pensar que la autoridad puede perseguirlos es una ingenuidad. Es como el perro que se muerde la cola. ¿Qué queda entonces? En Estados Unidos está la mayor demanda de drogas, ahí se obtienen las armas, ahí se mueve el dinero y ahí también se lava. Pero ahí no hay la violencia creciente que sí tenemos acá. ¿Qué están haciendo distinto nuestros vecinos? ¿Acaso toleran y organizan el tráfico de sustancias para que opere sin agresiones? ¿Puede esa ser una opción para México? Urge reflexionarlo. Los niveles de inseguridad que hemos alcanzado, nos obligan a revisar nuestras pocas opciones con pragmatismo y sin simulaciones.