21 de Noviembre de 2024

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La complicadísima situación financiera de Petróleos Mexicanos, que lejos de mejorar se agravó en el sexenio de López Obrador, será una de las herencias malditas que recibirá la nueva administración. Más allá de la transición “histórica y de terciopelo” que hoy venden como retórica política, la realidad es que se recibirán unas finanzas públicas muy comprometidas, con un déficit histórico y con bombas de tiempo que le pueden estallar en cualquier momento, y una de esas es la quebrada petrolera nacional.

Se sabe muy bien y a detalle del desastre financiero que es en estos momentos Pemex y de lo complicado que resultará cualquier programa o ajuste financiero para tratar de salvar a la empresa pública del Estado mexicano. Y no lo sabe necesariamente por la información que le haya proporcionado el cuestionado director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, sino por la investigación y revisión propia que ella le pidió hacer a su amigo, Lázaro Cárdenas Batel, cuando le ofreció que fuera director de la petrolera mexicana.

Porque, como le informamos en julio pasado en este espacio, cuando Sheinbaum buscó a Lázaro para invitarlo a colaborar en su gobierno como director de Pemex, el nieto del general no aceptó de inmediato y le pidió a su amiga que le permitiera primero hacer su propio diagnóstico de la situación real, financiera y administrativa, y acordaron ambos que una vez que lo tuviera, decidirían juntos si él aceptaba dirigir a la empresa pública.

Y resultó que, tras haber analizado los últimos estados financieros de Petróleos Mexicanos y haber revisado el funcionamiento de las áreas estratégicas y de la operación burocrática y administrativa de la petrolera, Lázaro Cárdenas llegó a dos conclusiones que lo llevaron a decir “no” a la invitación para dirigirla: la primera, que Pemex necesitaba de inicio, al comenzar el próximo gobierno, una inyección de dos mil millones de dólares, dinero que no tendrá el gobierno entrante y, segunda, que también de arranque, para empezar a sanear a la empresa pública, se requería despedir a 40 mil trabajadores del Sindicato Petrolero de la República Mexicana. Y como ni él ni nadie querrían asumir ese enorme costo financiero, político y social, prefería declinar amablemente la invitación.

Por esa razón Pemex se ha convertido en un acertijo, al grado que aún no decide a quién nombrará al frente de la petrolera y se especula que podría pedirle al actual director Romero Oropeza que se quede en el cargo para que lidie con el desastre que él agravó e, incluso dicen algunos analistas, para que dé explicaciones y afronte, si las hay, responsabilidades penales o administrativas.

Así que Pemex es al mismo tiempo una mancha que afea y también un tema que preocupa. Porque de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) la empresa cerró los primeros seis meses de este año en números rojos, al registrar una pérdida de 251 mil 300 millones de pesos.

Lo increíble es que pese a esa delicada situación financiera y ya en la agonía del sexenio, la petrolera mexicana se prepara para cerrar una polémica compra: la terminal de almacenamiento de la empresa Monterra Energy en Tuxpan, Veracruz, por más de 320 millones de dólares.

Las pláticas sobre esa eventual adquisición de la que hay información desde el año pasado están en la recta final, y en el equipo que encabeza la próxima secretaria de Energía, Luz Elena González Escobar, se prendieron los focos rojos porque dicha terminal ha enfrentado cierres regulatorios y registra adeudos legales, por lo cual en caso de que se concrete la compra como lo busca la actual administración, tocará a ellos justificarla y asumir los costos políticos y financieros que implicaría.

En 2021 cuando la Comisión Reguladora de Energía (CRE) con el apoyo de la Guardia Nacional clausuró temporalmente las instalaciones de Monterra Energy en Tuxpan, por deficiencias en las instalaciones, ésta alegó un daño potencial por 667 millones de dólares. Y aunque el caso generó incluso tensiones diplomáticas, las cosas cambiaron cuando se supo que Pemex había iniciado pláticas para adquirir esa terminal que almacena petrolíferos importados.

La pregunta es si darán luz verde a una compra que parece ser una apuesta peligrosa, y que incluso podría representar el primer gran tropiezo para Pemex en su administración, o si se impondrá la cordura para evitar que esta paraestatal continúe inmersa en un espiral sin fondo, ubicada como la petrolera más endeudada del mundo. Así que ronda una pregunta que aún no encuentra cabal y total respuesta: ¿Qué hacemos con Pemex? y su desastre financiero.