Mientras la atención se centra en Sinaloa luego del escándalo que envuelve a la captura y entrega de Ismael El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López, en Tamaulipas el horror sigue su marcha.
Edith González, presidenta del colectivo Amor por los Desaparecidos en Tamaulipas, anunció el hallazgo de dos centros de exterminio en la frontera norte del estado.
Según González, una llamada anónima informó que, en una construcción abandonada, ubicada a las afueras de Río Bravo y en las cercanías de la carretera estatal 47, se encontraba “una cocina clandestina de restos humanos”.
Acompañadas por militares, agentes de la Guardia Estatal y personal de la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas de Tamaulipas, las integrantes del colectivo arribaron al lugar el lunes pasado y confirmaron la existencia de restos óseos calcinados.
Habían pasado solo 24 horas cuando se dio el segundo hallazgo, mucho más macabro que el anterior. Alertadas nuevamente por un mensaje anónimo, las buscadoras se dirigieron a las afueras de Matamoros, hasta una casa pequeña casa abandonada que presenta en la fachada decenas de impactos de bala. Había ahí, de acuerdo con la presidenta del colectivo, una segunda cocina de restos humanos y varios tanques de los que emplean los grupos criminales para la incineración de cuerpos.
En los alrededores de la construcción había prendas de vestir y restos óseos “tanto esparcidos como enterrados”.
Hace apenas unos meses el colectivo Amor por los Desaparecidos reportó el hallazgo de otro centro de desaparición y exterminio a las afueras de Reynosa: de nuevo, se trataba de un rancho abandonado, próximo a la carretera ribereña.
Las puertas y ventanas de la construcción habían desaparecido. En las paredes del porche habían sido pintadas las siglas del Cártel del Golfo. El horror era mayúsculo: entre los restos humanos esparcidos en lo que se consideró “una cocina clandestina activa” aún era posible distinguir el tejido y la piel adheridos a osamentas que no habían alcanzado a ser completamente consumidas por las llamas.
En lo que pudo ser una cochera había al menos dos cráneos.
En Tamaulipas se ha reportado la desaparición de más 13, 228 personas. El destino de algunas de estas se ha podido esclarecer tras la captura de algunos líderes de organizaciones criminales que operan en el estado. En 2014, por ejemplo, fue detenido un jefe Zeta, Ricardo Iván Santillán Trejo, quien confesó que su grupo había asesinado a por lo menos 500 personas.
Muchas de ellas fueron ejecutadas e incineradas en la Sierra de las Cucharas, donde las autoridades han localizado más de 100 kilos de fragmentos óseos y en donde el colectivo Milynali encontró, además de tambos metálicos para la incineración de cadáveres, ropa de niños y adultos sepultada.
Aquel centro de exterminio de los Zetas se hallaba habitado permanentemente: entre los huesos quemados se encontraron innumerables latas de comida, artículos de limpieza y objetos personales de los encargados del campamento —y presumiblemente, de incinerar los cuerpos.
En 2014 se reportó la captura de Caudillo Salinas, alias Ciclón 40 o El comandante Fili. Según los reportes, a cambio de su libertad Ciclón 40 entregó a la DEA información sensible sobre el Cártel del Golfo. Entre los datos ofrecidos se hallaba la ubicación, en las proximidades de Playa Bagdad, del centro de exterminio conocido como La Bartolina. En 2021, la entonces comisionada nacional de búsqueda, Karla Quintana, informó que en La Bartolina se habían extraído más de 500 kilos de huesos humanos.
El periodista Carlos Manuel Juárez, del portal Elefante Blanco, recogió este testimonio: “En la Bartolina, donde pises, hay una muela, una cervical, una costilla, una mandíbula: hemos encontrado cuerpos enteros y medios, cervicales con pelvis completas”.
Ciclón 40 recuperó la libertad y volvió a ponerse al frente de Los Ciclones en 2016.
En solo dos días de esta semana, en Río Bravo y Matamoros, aparecieron dos más: en Tamaulipas, el horror sigue su marcha.