El asesinato de Hasan Nasrallah —líder de Hezbollah desde 1992— por parte de Israel, tiene implicaciones difíciles de dimensionar en este momento. Estas implicaciones son a todos los niveles: internamente en el Líbano, regionales e incluso internacionales. No obstante, mientras esas implicaciones apenas comienzan a asomarse, hay preguntas inmediatas que tienen que ver con la forma como esa organización se reacomodará tras la serie de shocks recibidos por las últimas dos semanas de ataques israelíes, si incrementará o no el nivel de respuesta que hasta ahora ha mostrado, qué ocurrirá en caso de que Israel opte por una intervención terrestre en Líbano, y qué rol jugará Irán —el mayor aliado y fuente de armamento y financiamiento de Hezbollah— en todo este panorama.
Como hemos explicado, hace ya varias semanas que Israel optó por escalar las hostilidades contra Hezbollah. Sin que la situación en Gaza se haya resuelto (no hay un cese al fuego o siquiera algún progreso para la liberación de los rehenes que siguen en manos de Hamás), Netanyahu opta por trasladar el foco de las operaciones israelíes hacia el norte.
Israel anuncia que, debido al constante fuego que Hezbollah lanza contra Israel desde el Líbano (lo que inició el 8 de octubre del 2023, momento en el que esa agrupación decidió unirse a la lucha de Hamás contra Israel), y debido al fracaso de la diplomacia para lograr que Hezbollah se repliegue de la frontera entre Líbano e Israel como estaba acordado tras el último cese al fuego del 2006, el ejército israelí obtendrá esos objetivos por la fuerza.
Israel declaró públicamente que ahora sus metas de la guerra incluían generar condiciones para que las decenas de miles de israelíes que han sido desplazados del norte del país puedan regresar a sus hogares. Estas declaraciones y modificaciones estratégicas ya anunciaban que iniciaba una ofensiva de proporciones mayores contra Hezbollah.
A pesar de ello, Israel ha lanzado una serie de ataques que han generado una serie de conmociones para la agrupación libanesa que son difíciles de describir. Primero, las explosiones de buscapersonas y walkie-talkies causando miles de heridos y decenas de muertos de miembros de la organización (y también de civiles); después, una serie masiva de ataques aéreos que fueron eliminando mandos altos y medios de la agrupación, además de enorme destrucción de arsenal y capacidades operativas de Hezbollah.
El ataque contra Nasrallah, (para el que, de acuerdo con medios globales Israel empleó explosivos de hasta una tonelada), forma parte de esta sucesión de hechos —que ni siquiera con esa muerte ha concluido, pues parte de las metas de Israel incluyen la proyección de fuerza y una transformación de la ecuación disuasiva en toda la región, Irán incluido.
Israel busca comunicar que aquellos que pensaron que ese país era vulnerable, vencible, atacable, como ocurrió tras los ataques de Hamás y la Jihad Islámica el 7 de octubre del 2023 y con la posterior suma de Hezbollah y otros como los houthies a la guerra, deben comprender que cometieron un error de cálculo, puesto que Israel no solo cuenta con la fuerza sino con la determinación de usarla hasta las últimas consecuencias, sin importar los costos materiales y políticos por detonar una guerra mayor en la región. Estos mensajes están siendo comunicados con enorme fortaleza estos días, y el asesinato de Nasrallah está en el corazón de esos mensajes.
Como también lo hemos dicho, el ala política de Hezbollah forma parte del parlamento y del gobierno en Líbano, pero no representan al estado libanés. Su partido gana elecciones y es popular entre un sector del país, pero no en todo. Por tanto, los hechos que estamos describiendo tendrán, primero repercusiones internas no fáciles de predecir.
Por un lado, habrá que observar qué afectación tiene la muerte de Nasrallah en términos políticos en Líbano, en el parlamento y en el gobierno. Pero más allá de eso, será importante observar la reagrupación de la organización, o bien, si es que ésta se mantiene operando desde el desorden y la falta de una autoridad coherente y cohesiva.
Israel ha quebrado la cadena de comunicaciones y mando de Hezbollah. Esto puede impactar severamente la toma de decisiones, la resolución de disputas internas, y la proyección de fuerza hacia adentro o hacia afuera. Es decir, Nasrallah actuaba de manera racional y su conducta era bastante previsible por aliados y enemigos. Esto puede cambiar con su partida.
Por último, mientras los ataques israelíes (y una posible intervención terrestre) ocasionen cada vez más muertes entre la población civil, además de los cientos de miles de desplazados, hay un sector de la sociedad que culpará a Hezbollah de la situación, y esto tendrá efectos políticos que habrá que evaluar.
Más allá de Líbano, Nasrallah era no solo un punto de contacto entre Irán y Hezbollah sino una persona que gozaba de la enorme confianza del líder supremo en Irán, el Ayatola Alí Khamenei. Nasrallah coordinaba con Teherán las acciones de distintas milicias proiraníes desde Líbano hasta Yemen pasando por Siria e Irak.
Nasrallah sumó sus combatientes a la defensa del presidente Assad en Siria, y mandó militantes para entrenar a los houthies para su guerra contra Arabia Saudita. Así que como vemos, su muerte no cae mal en buena parte del mundo árabe, y a la vez, rompe una de las mayores cadenas operativas de todo el eje proiraní. A Teherán no le será fácil sustituir una figura así.