21 de Noviembre de 2024

11b

Sabíamos que este año más de la mitad de la población del planeta tendría elecciones. La primera mitad del año estuvimos metidos en el proceso mexicano. En los tres meses posteriores a la elección de Claudia Sheinbaum hemos discutido sin cesar los cambios que se le están haciendo día tras día al andamiaje institucional de México. El ritmo ha sido avasallador. La incertidumbre ocasionada, también.

Había una variable que dada la magnitud de lo que acontece todos los días aquí poco se incorporaba a la discusión. No tengo ninguna duda de que todos entendemos la relevancia de las elecciones de Estados Unidos, pero sí creo que no hemos sido capaces de darle la dimensión que tiene. México no es solo el principal socio comercial de Estados Unidos.

Somos uno de los mayores productores de los bienes que ahí se consumen, pero también ꟷa ojos de no pocosꟷ somos ese vecino cuya casa se deteriora rápidamente. Hemos sido a lo largo de muchos años fuente de millones de trabajadores y hoy miles de familias en México dependen del dinero que sus familiares envían mes a mes. Pocas relaciones tan profundas y complejas como la que existe entre ambos.

El proceso electoral de hoy puede llevarnos por caminos insospechados. Va mucho más allá del ámbito meramente económico. No solo nos impactará vía el comercio ni podremos medir sus efectos únicamente a través del tipo de cambio. Más allá de quién sea electo por los ciudadanos norteamericanos, hoy están en juego libertades, valores democráticos, principios institucionales entre tanto más.

Hay quien dice que a la economía mexicana le fue bien bajo el mandato del presidente Trump, es decir, entre inicios de 2017 y finales de 2020. Quizás el comentario sea en función de las amenazas recibidas o de los dichos expresados en su momento, pero los datos no muestran que a México le haya ido bien en ese periodo. La economía mexicana decreció entre esas fechas prácticamente 2%. La de Estados Unidos creció 7.6% en el mismo periodo.

Trump obligó a México a renegociar un acuerdo comercial que ꟷsi bien tenía áreas de mejoraꟷ funcionaba. La modernización que se logró en los términos no fue gracias al entonces presidente, fue a pesar de él. La condición que molestaba sobre manera a Trump ꟷel déficit comercial que tiene Estados Unidos con Méxicoꟷ no ha cambiado. Impuso aranceles arguyendo seguridad nacional que siguen vigentes. Forzó la conversación comercial bajo parámetros migratorios. Había que negociar “en paquete” y eso hizo.

Ayer, volvió a amagar con un arancel de 25% para todo producto proveniente de México en caso de que no se atiendan los cruces ilegales y el tráfico de drogas entre ambos países. En sus dichos ha fluctuado entre imponer aranceles de 10%, de 20%, de 200% o hasta de 2000%, no solo a los automóviles sino a todo tipo de bienes. Qué tanto o no haría si llegara por segunda ocasión a la presidencia no lo sabemos. Sí sabemos que amenazas de ese tipo llenan de incertidumbre el ambiente. ¿Por qué una planta de producción se instalaría en México si sabe que un día le pueden imponer aranceles de 10%, de 25% o de 1,000%?

Kamala Harris ofrece una vía más institucional, camino que a veces es desesperadamente más lento, pero menos caprichoso.