22 de Enero de 2025

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Entre ovnis y aliens: La invasión extraterrestre de los 80, cuando los marcianos conquistaron la TV mexicana

 

Allá por los años 80, mientras México trataba de sobrevivir entre devaluaciones, mundiales, terremotos, chicles morita y pistas de Hot Wheels, algo peculiar ocurrió en la pantalla chica: una auténtica invasión extraterrestre.

No llegaron con platillos voladores ni rayos láser (bueno, algunos sí), pero conquistaron nuestras mentes infantiles con sus colores chillantes, sus tramas existenciales y ese encanto retrofuturista que solo los años 80 podían ofrecer.

La llegada de alienígenas y héroes de caricaturas marcó a una generación completa de niños mexicanos que todavía, ya de adultos, miran al cielo con un poquito de nostalgia.

Por un lado, teníamos a los “Dino Platívolos”, esos dinosaurios voladores que parecían sacados de un delirio de peyote prehistórico, pero con una pizca de ciencia ficción, eran absurdos, adorables y completamente pegajosos, su llegada fue un testamento de cómo en los 80 no había límite entre lo bizarro y lo brillante, los dinos eran tan ridículos que te los creías, porque, ¿por qué no iban a volar dinosaurios en platillos voladores?

Y si hablamos de cosas delirantes, ahí estaba “Voltron”, el robot formado por leones mecánicos que luchaba contra todo tipo de amenazas alienígenas, aunque originalmente fue japonés, los mexicanos lo adoptamos como nuestro, y con razón, era una mezcla perfecta de tecnología imposible, villanos espaciales y héroes con trajes de colores, en cada episodio había rayos, explosiones y un “momento Voltron”, cuando los leones se fusionaban en un titán gigante. Para los niños mexicanos, Voltron no era solo un robot, era el futuro que queríamos que llegara.

Claro, si hablamos de defensores espaciales, no podemos olvidar a los “Halcones Galácticos”, una caricatura que parecía un concierto de rock interplanetario hecho animación, los héroes eran literalmente hombres y mujeres de metal con alas, que luchaban contra el crimen espacial y ahí estaba Monstruón, el villano más ochentero posible, que parecía una mezcla entre robot, alien y un glam rocker que perdió su camino, todo estaba envuelto en una estética brillante y futurista que parecía gritar: “¡Este es el futuro que te prometieron los 80!”.

Mientras tanto, “He-Man”, con sus músculos de mister mundo, si calzón ajustado, su cabello de molde y su espada mágica, nos enseñó que la ciencia ficción podía mezclarse con la fantasía de príncipes y dragones. Eternia era un planeta extraño lleno de personajes tan raros como memorables: un tipo que disparaba rayos de su rostro, un hombre esqueleto con planes ridículos y un tigre verde gigante como mascota, lo más curioso es que, aunque no todos los episodios trataban sobre extraterrestres, el trasfondo era puro espacio y tecnología mística. ¿Y quién no gritó “¡Por el poder de Grayskull!” mientras levantaba cualquier objeto parecido a una espada?

Luego estaban los “Transformers”, esos robots que eran más que “robots” y nos hicieron creer que los autos, camiones y hasta las grabadoras tenían vida secreta. Optimus Prime, Megatron y compañía nos volaron la mente con la idea de que cualquier cosa a nuestro alrededor podía ser una máquina alienígena con personalidad propia, lo increíble de los Transformers era cómo lograban hacer que un robot gigante pareciera emocionante y emocional ¿Y qué niño no intentó, aunque fuera por un segundo, transformar su bicicleta en Bumblebee?

Y hablando de defender nuestro planeta, los “Defensores de la Tierra” llegaron como un crossover animado que mezclaba a Flash Gordon, Mandrake el Mago y el Fantasma, luchando juntos contra el malvado Ming, el Despiadado, a los niños les encantaba la idea de unir fuerzas contra un enemigo común, y aunque sus poderes y estilos parecían extraídos de décadas anteriores, el toque futurista y alienígena los hacía encajar perfectamente en la estética de los 80.

No olvidemos a “Astroboy”, un niño robot con cabello puntiagudo que cargaba con más emociones humanas que cualquiera de nosotros después de un capítulo de “La Rosa de Guadalupe”. Su historia, también japonesa, llegó a México para tocar las fibras más sensibles, Astroboy no solo era un héroe; era un recordatorio de que hasta los robots podían ser más humanos que los humanos.

Y por supuesto, ahí estaban los “Supersónicos”, la familia espacial que nos hacía soñar con un mundo donde los autos volaban, las casas flotaban y las comidas se imprimían con un botón. Irónicamente, ahora que estamos más cerca de ese futuro que nunca, seguimos esperando a que alguien se digne a inventar las caminadoras automáticas para perros o a una Robotina que lave los trastes.

¿Por qué llegaron estas historias a México? Porque la tele de los 80 era un campo fértil para cualquier cosa que combinara imaginación, color y un presupuesto lo suficientemente barato como para doblar al español. Japón, Estados Unidos y Europa producían caricaturas a un ritmo frenético, y México, con Televisa y canal 5 como reyes del entretenimiento infantil, compraba todo lo que oliera a aventura intergaláctica, la globalización todavía no era lo que es ahora, pero en las caricaturas ya éramos ciudadanos del universo

Además, los 80 eran una época en la que la fascinación por el espacio estaba en su punto más alto, la NASA seguía lanzando cohetes al espacio, “E.T.” había redefinido cómo veíamos a los extraterrestres, y “Star Wars” nos había enseñado que allá afuera había una galaxia muy, muy lejana llena de aventuras, para los niños mexicanos, esas historias no eran solo entretenimiento; eran una ventana a lo desconocido, un escape de la rutina de las tareas, los frijoles con arroz y las idas al mercado.

El resultado fue una generación que creció con una imaginación desbordada, los extraterrestres de los 80 nos enseñaron a soñar con lo imposible, a creer que el universo era más grande de lo que podíamos imaginar y que, si un dinosaurio podía pilotear un platillo volador, entonces nosotros también podíamos hacer cualquier cosa.

Hoy, esas caricaturas viven en el recuerdo, volvemos a ver los episodios en YouTube, compramos figuras de colección y les contamos a nuestros hijos historias de robots gigantes y delfines de otros mundos, pero lo más importante, seguimos mirando al cielo con la esperanza de que, tal vez, uno de esos extraterrestres que nos hicieron compañía en la infancia esté allá afuera, esperando a hacernos una visita.

Y si llega, que traiga un “Halcón Galáctico” o un “Optimus Prime” para demostrar que los 80 no fueron un sueño.