Hace quince años un grupo de países árabes tuvieron un cambio político a favor de la democracia y los derechos sociales conocido como Primavera Árabe. Hoy en Europa el discurso de sus líderes ha cambiado, el tono es duro y el tema es hostil. Ante las tensiones geopolíticas, en Europa surge la urgencia de contar con los recursos militares para asegurar una defensa capaz de contener las ambiciones expansionistas de Rusia. En un escenario donde las potencias militares y económicas, como China y Estados Unidos, elevan el nivel de confrontación, el vicepresidente J.D. Vance, como portavoz de Donald Trump, ha dejado abierta una notoria fisura en la OTAN, la longeva alianza atlántica a favor de la paz en Europa, que el mes próximo cumplirá 80 años.
Por ello, en las últimas semanas los líderes de Europa se han reunido en más ocasiones que en los últimos años con un solo tema, la defensa de su región y la paz en Ucrania para prevenir que Rusia no intente en alguna zona del viejo continente otra “Operación Militar Especial”, el ridículo eufemismo para disimular la inexcusable invasión a Ucrania.
El primer ministro de Gran Bretaña, Keir Starmer, busca un doble papel, como intermediario con Trump al tiempo que propone la presencia de tropas británicas y de varios países en Ucrania una vez logrado el alto al fuego, para garantizar la permanencia de la paz. El nuevo gobierno de Alemania ha logrado que el Bundestag apruebe el mayor incremento de presupuesto para el rearme y modernización militar.
Emmanuel Macron ofrece la protección nuclear de Francia a toda la región como un elemento de disuasión y como un acto de poder que le abra un espacio a Europa en la mesa de negociación de las superpotencias.
Varios países consideran el reclutamiento a través del servicio militar obligatorio; Grecia, Chipre, Austria, Suiza, Finlandia, Noruega y Turquía lo conservan desde la Segunda Guerra. Polonia y los tres países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania anunciaron su retiro de la convención que prohíbe el uso de minas antipersonales, para fortificar su frontera terrestre con Rusia, por un lado, además del incómodo enclave de Kaliningrado, así como su incondicional y sumiso aliado, Bielorrusia.
En Italia, Giorgia Meloni, de tendencia política de ultraderecha, propuso que la OTAN pueda defender militarmente a países que no son miembros, pero que estén expuestos a un riesgo a la seguridad de la región. España, Bélgica, Países Bajos, fortalecen la unidad, sobre todo Dinamarca ante la actitud hostil de Trump sobre Groenlandia.
En nombre de todos, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha reafirmado las diversas voces en una sola; Europa inicia una millonaria inversión, sin precedente en tiempos de paz, para la autosuficiencia militar, y se entiende que su mensaje implica prevenir el inusitado escenario de tener que defenderse en dos frentes.
Desde los años más tensos de la Guerra Fría no tengo registro de que tantos líderes de tantos países avanzados estén inmersos en un discurso monotemático de tono tan severo y de tema militar. Quizá Ucrania tenga una tregua, pero será irreversible el cambio tan profundo que esta primavera traerá a toda Europa.