10 de Mayo de 2024

-La autopista, una ilusión que se aleja 

Por Rogelio Martínez Vera

Casi todos los tuxpeños creían firmemente que con la inauguración de la autopista que conectó a este Puerto a tan sólo tres horas de la Ciudad de México, iba a venir por ese solo hecho, un “boom” turístico de progreso, empleos y bienestar para los habitantes de este paradisiaco lugar, y la realidad ha sido distinta, muy distinta.

Han transcurrido ya casi dos años, y han acontecido muy pocas novedades. En efecto, fuera de la inauguración de tres hoteles, un gran almacén de prestigio nacional y un antiguo café que es orgullo del Puerto de Veracruz, no hemos logrado mayores cosas.  Es cierto, se ha incrementado el turismo de playa, pero desgraciadamente es un turismo popular, que gasta muy poco durante su estancia, que es muy breve. El gran turismo, el que gasta dinero, porque viene a comer, a tomar y a divertirse, no ha llegado, por razones simples: no tenemos nada o casi nada que ofrecerle.

No contamos con un sistema organizado y bien publicitado de deportes de playa. Las lanchas para paseos turísticos son las mismas embarcaciones viejas que hacen el traslado de pasajeros de Tuxpan a Santiago de la Peña. En los casos en que ingenuos turistas se atrevan a utilizar los servicios de los prestadores de esta actividad, éstos tienen poca o ninguna información o ilustración sobre algún viaje de recreo, porque carecen de la menor preparación para atenderlos.

No hay a la fecha nadie o casi nadie que ofrezca un servicio turístico satisfactorio de alquiler de lanchas deportivas, equipos para esquiar, bucear o que les organicen viajes bien planeados a lugares de gran belleza que posee el Puerto. No hay nadie que publicite, anuncie o inclusive, realice un paseo turístico a la Isla de Lobos, que me informan, es un lugar de extraordinaria belleza que pocos, muy pocos, conocen.

En cuanto a las playas,  los restaurantes que existen son casi los mismos que ya había desde hace mucho tiempo, con pocos atractivos en su comida, poca limpieza y ambiente nada atrayente para un turista. En la playa, el paseante se encuentra con palapas improvisadas que dan muy mal aspecto, con viejas y sucias mesas y sillas de plástico, y quienes las regentean les cobran un precio muy alto por su utilización.

El turismo que llega a establecerse en la playa, come y toma lo que trae generalmente desde su casa, o lleva los ingredientes y ahí mismo prepara sus alimentos; cuando se marchan, dejan toda su basura: restos de comida, envases de plástico y vidrio, y hasta pañales usados por sus bebés. Todos los desperdicios quedan ahí expuestos, hasta el día siguiente en la mañana, en que los palaperos, con el propósito de capturar nuevas “víctimas”, medio asean esos lugares y amontonan toda la basura en lugares muy visibles de la parte de atrás de la palapas, que despiden malos olores, dan mal aspecto y son botín de los perros callejeros (en este caso, playeros) que abundan en toda la zona. ¿Que cuánto cobran por el uso de una palapa? Una cantidad desproporcionada, que no guarda relación alguna con la calidad de los servicios que ofrecen.

Durante todo el día pululan a lo largo de las playas, comerciantes ambulantes que venden de todo: desde trajes de baño y artesanías, hasta toda una variedad de comidas y bebidas. Muchos de estos alimentos se encuentran lógicamente en estado de descomposición, por el trajín de todo el día de los vendedores y, desde luego, por el calor producido por los rayos del sol a que se exponen dichos alimentos. Las autoridades municipales, poco o nada hacen por cuidar estos importantes detalles, se concretan a cobrarles a esos comerciantes improvisados una cuota de bajo monto, a manera de permiso o licencia, por permitirles prestar esos servicios o expender sus mercancías. Fuera de eso, no hay control comercial o sanitario sobre esos comerciantes, quienes por razones obvias, no pagan un solo peso de impuestos, ni ninguna otra prestación a las autoridades públicas, además de transformarse en una gran molestia para los turistas

En esas condiciones, se repite, el gran turismo, el que derrama dinero por los servicios que recibe, no ha llegado a nuestras playas, y si alguna de estas familias, alentada por la cercanía con la Ciudad de México, se atreve a llegar, sale huyendo rápidamente, al no encontrar nada o casi nada de lo que esperaba. Todo esto, duele decirlo, pero es rigurosamente cierto. 

El progreso turístico puede llegar, claro que sí, pero para ello, las autoridades federales, estatales y municipales deben actuar, creando junto con los empresarios un bien trazado plan, y diseñando y poniendo en marcha programas que atiendan las innumerables facetas que todo el turismo demanda. Así, y sólo así, puede llegar la anhelada era de progreso en esta materia. Con trabajo, inversión, esfuerzo y reordenamiento de los pocos y malos servicios que se ofrecen, se puede alcanzar, en algún tiempo, el nivel turístico que todos deseamos.