9 de Mayo de 2024

Por NINA SALGUERO 

Me impresiona la fotografía del Papa Francisco en la Plaza de la Revolución de La Habana, Cuba. Al fondo a la derecha, la imagen de Ernesto Guevara de la Serna; a la izquierda, Francisco observa con una mirada difícil de interpretar al otro “Che”. Francisco también es “Che” porque es argentino y así nombran a los originarios de este país; mientras a Guevara de la Serna, considerado en La Higuera, pasaje boliviano que nos refiere la historia, pues es la región en la cual fue cruelmente asesinado por la CIA, se le venera como a un Santo, y refieren los lugareños los milagros recibidos a través de la invocación a este hombre que sigue siendo el icono de la libertad de los pueblos hispanohablantes, o lo que se conoce como América Latina.

El otro “ Che”, Francisco, sin más armas que la fe, pues su palabra es un reformador y revolucionario rompe esquemas, en su visita a México, habla y reprende, recrimina la posición de poder en que se encuentra parte del clero mexicano y su jerarquía; a los obispos y arzobispos les dice que “no deben dejarse corromper por el materialismo, las ilusiones seductoras ni los acuerdos debajo de la mesa, y les instó a no entregarse a los faraones actuales ni tenerle miedo a la transparencia,  porque la Iglesia  no necesita de la oscuridad para trabajar”, y continuó, “Si tienen que pelearse, peléense, si tienen que decirse cosas, díganselas, pero como hombres y en la cara.

Y como hombres de Dios que después van a rezar juntos, a discernir juntos, y si se pasaron de la raya, a pedirse perdón; pero mantengan la unidad de cuerpo episcopal”. “La Iglesia tiene necesidad de obispos servidores y custodios de la unidad; no se necesitan príncipes”. 

Tenía que venir el Papa a decirles sus verdades; los obispos, por ser seres humanos, no están ajenos de que a la silla episcopal se le “tambaleen las patas”. La política de la sotana es la que más da golpes bajos y muchos tienen razón en criticar a la curia, pero por unos pagan todos; existen sacerdotes cuya bondad está fuera de duda, pero por su misma humildad no se hacen notar. De los obispos de esta Diócesis de Tuxpan, los más amados han sido el  primer Obispo, el segundo, al cual bautizó el primero y  el tercero... el cuarto, al cual sólo le  interesaba escalar peldaños y ésta diócesis fue el escalón para que llegase a  la Arquidiócesis de Tulancingo, y el ultimo, apodado “ Dalai”  porque la gente se duerme y hasta ronca en sus misas; no se le niega su intelectualidad (es sumamente inteligente), pero si su “cerrazón” respecto a sus sacerdotes, de los cuales fueran  asesinados dos de ellos  con lujo de violencia en una comunidad un tanto alejada, existen referencias en las cuales ya se le había pedido que los cambiara de parroquia; el impacto de la pérdida de dos sacerdotes cimbró la salud de este prelado y, desde luego que ante la crisis en vocaciones, la pérdida de dos curas es muy, muy lamentable. Su gesto es amable pero es muy tímido, situación que lo alejó de los medios de comunicación en general, a los cuales sólo les envía sus homilías y algunas estaciones de radio locales dan a conocer su mensaje, el cual es captado en otras entidades donde la señal llega.

El que se lleva las palmas hablando de jerarcas es el  Cardenal  de México (espíritu mudo y sordo),  nada que ver con sus antecesores que si bien fueron producto de otras épocas, no tenían ese gesto de soberbia que se ve en él; en ocasiones y como católicos nos duelen las críticas, pero hay que reconocer que tienen razón en algunos casos. Tres de los obispos que conocí, dos de ellos difuntos, Samuel Ruiz y Gabriel Cuara, fueron de los más humilde, interpretaban la mirada, sed, hambre...nos invitaban un refrigerio tanto para acallar el ruido de “las tripas” como el alimento espiritual que generaban sus charlas; ni que se diga de Arturo Lona Reyes, conocido como “El Obispo de los pobres”, amado y odiado pero reformador al igual que don Samuel; Cuara Méndez fue moderado pero denunciado junto con otros jerarcas católicos por el caso de los inmigrantes, todo ello en Veracruz Puerto, durante su periodo como Obispo de esa Diócesis.

Ojalá y la presencia de Francisco haya cimbrado las conciencias de todos nosotros de aquí pal real, de igual forma al  Obispo de Huejutla, al que no reconocen como su pastor la mayoría de los lugareños, pues muchas personas volverán a la madre Iglesia cuando se vayan los que le han dado un espacio a Luzbel dentro de sus vidas; Francisco es en  México el “Bendito que viene en el nombre del Señor”, y el mal se retuerce ante la presencia del enviado de Cristo.

Me da gusto que nuestro Presidente haya estado cerca del Papa, eso es una bendición, independientemente de que haya sido un encuentro de Estado, sé que México tiene un futuro brillante. Fíjense en los signos, una reconciliación con Kirill Patriarca de todas las Rusias después de más de mil años... abran sus ojos a la fe, interpreten bajo la fe; ni mil discursos de los partidos políticos harán conciencia como lo hizo la visita de Francisco, a quien le otorgo otro “Chile de oro” por ser claridoso.

La declaración del Obispo de Roma y Kirill Patriarca de la Rusia dice entre otras cosas los siguiente:

 “Es inaceptable el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a pasar de una Iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus propias tradiciones. Estamos llamados a poner en práctica el mandamiento de San Pablo Apóstol y ‘anunciar el evangelio donde nunca antes se había oído hablar de Cristo, para no construir sobre cimientos puestos por otros’ (Romanos 15, 20).”

Por cierto, se mencionaba que en San Cristóbal iban a sentar cerca del Papa a clones indígenas, no aquellos que lucharon por la fe, a un lado del Obispo Samuel Ruiz, un hombre que nunca ha dejado de estar en el recuerdo de los que le conocimos. 

Preguntando a un sacerdote católico si sabía de la existencia de una Iglesia ortodoxa en Ixhuatlán de Madero, dijo desconocer si había alguna; en realidad existe y es la Misión de la Santa Cruz en el poblado de Pisaflores, y la preside y alimenta espiritualmente el Hieromonje Serafín.