19 de Septiembre de 2024

Bernardo Gutiérrez Parra 

Una semana antes del festejo mi mujer me informó.

-Necesito que me des trescientos pesos para el festejo del Día del Padre que van a organizar en la escuela de tus hijos.

-¿Para quién es el festejo? ¿Para tu papá?

-No te hagas el simpático, es para ti. Así que cáete con la lana.

Queriendo y no saqué de mi cartera una sor Juanita y un Cuauhtémoc y se los extendí. Mi mujer miró los billetes y me dijo:

-Faltan doscientos pesos para el regalo del maestro, recuerda que ellos también son padres.

Nuevamente me llevé la mano a la cartera y saqué los dos únicos billetes de 100 pesos que me quedaban. Me les quedé viendo con el mismo desconsuelo con el que una madre mira a un hijo que se va a la guerra y ahí caí en la cuenta de que he vivido en el error. No es Cuauhtémoc el que está en los billetes de 100 varos, sino Nezahualcóyotl, el rey poeta. Los bigotes de aguamielero y la mirada de sargento mal pagado lo delatan.   

Como quiera que sea se los di a mi mujer que seguía con la mano extendida.

 

-Falta la cooperación de tus otros cuatro hijos, recuerda que tenemos cinco y… - Pero no la dejé terminar. Mi primera reacción fue arrebatarle los billetes, regresarlos a mi cartera y pararla en seco.

-En lo que a mí concierne el festejo puede irse a la goma. Qué ¿acaso van a dar caviar con champaña? Si me sobraran 2 mil 500 pesos me los gastaría en calzones y en otro blazer que buena falta que me están haciendo y me darían cambio. ¿De dónde crees que voy a sacar esa cantidad cuando gano el mínimo? Además no quiero regalos ni nada; con un abrazo que me den mis críos me daré por bien servido, ah, y a sus maestros diles que los quiero mucho.

Mi mujer me miró con fiereza, comenzó a hacer pucheros y supe que se avecinaba una tormenta.

-¡Claaaaro, no se tratara de una fiesta con tus amigotes porque para eso te apuntas sólo infeliz! Pero cuando se trata de tus criaturas te portas más gandalla que un banquero, no tienes 2 mil 500 miserables pesos para un festejo que te organizarán tus hijos; escúchame bien ¡tus hijos!, pero sí tienes para pasearte con la sujeta esa que trabaja en tu oficina; a ella sí todo lo que te pida ¿verdad?

Hubo una pausa dramática en lo que agarraba aire y más vuelo, y ni cómo decirle que la única dama que he subido a mi auto es a Cholita, la venerable septuagenaria que se encarga de la limpieza de la oficina y cuya casa queda en el trayecto de la mía.

-Mira malvado, todo te lo paso, todo; que no me saques ni a la esquina  (acaba de regresar de un viaje a Europa que me dejó endeudado para el resto de mi existencia porque cargó con sus ocho hermanas), que no me des para comprarme un vestido decente (el Banco canceló mis tarjetas de crédito por un sobregiro en vestidos y zapatos que me tienen con un pie en el bote) y que me tengas viviendo en la vil inopia; pero lo que no te paso es una ofensa más a tus hijos...

-Pero cuál ofensa, mujer- traté de defenderme.

-¡No me interrumpas, carajo!, que prives a nuestras criaturas del inenarrable placer de festejar a su padre es algo más que una canallada.

-Pero de dónde voy a sacar ese dine…

-¡Eso es asunto tuyo, me oíste! ¡Asunto tuyo!

Ya para entonces los vecinos asomados a puertas y ventanas gozaban del espectáculo; las arpías del siete me miraban con cara de “qué poca madre tienes desgraciado”, cuchicheaban entre sí y yo quería que me tragara la tierra.

La discusión o mejor dicho, el monólogo, se prolongó hasta que comenzó la telenovela y yo salí de mi casa dando un portazo.

Total que una semana después del encontronazo aquí me tienes lector, saliendo del festival del Día del Padre; si bien tuve que vender mi auto no hubo bronca porque de ahí salieron los 2 mil 500 pesos y sobre todo, salió para abonar a las tarjetas y sacar el pie que tenía en el bote.

Al final del evento, donde disfruté de un delicioso sándwich que en la calle cuesta ocho pesos y de un vasito de Coca Cola, mis cinco hijos me regalaron un frasco de agua de colonia de 30 pesos.

Fue cuando no pude más y solté el llanto, mi mujer supuso que me había ganado el sentimiento, pero lo que estuvo a punto de ganarme fue la diarrea ya que cada uno de los maestros que son papás recibió de obsequio una pantalla plana de 40 pulgadas.

La próxima vez que tenga 2 mil 500 pesos en la bolsa, me abstendré de comprarme el blazer y mis calzones, lo que haré será ponerme  una borrachera de órdago para festejarme el Día del Padre aunque no sea 15 de junio.