11 de Abril de 2025

Autopsia a una batalla de la Conquista de México

-En 1520, indígenas de Tlaxcala capturaron una caravana de Cortés. Mujeres, negros y europeos fueron sacrificados para varias deidades

DE LA REDACCIÓN

A orillas del kilómetro 33, sobre la carretera federal México-Veracruz, saltan a la vista los vestigios de un antiguo asentamiento prehispánico. Allí, enmarcado en un paisaje florido de magueyes y campos de maíz, está Zultépec-Tecoaque, sitio acolhua que en 1520 fue uno de los primeros bastiones de resistencia indígena frente a los españoles.

Desde agosto de este año, un equipo liderado por el Arqueólogo Enrique Martínez Vargas realiza trabajos de excavación que, junto a los análisis de Antropología Física que su colega Bertha Flores Hernández ha realizado a una serie de restos óseos que se han recuperado en el sitio, han comenzado a revelar detalles sobre cómo fue uno de los primeros momentos del contacto entre españoles e indígenas, y la manera en que una caravana de 550 personas, que acompañaba a Hernán Cortés en su camino a conquistar Tenochtitlan, fue capturada y sacrificada.

La historia del destino que tuvo ese medio millar de personas, aparece narrada en las crónicas que escribieron los conquistadores, y en el propio nombre con el que fue bautizado el sitio después de ser asolado por los españoles en venganza por la matanza a sus aliados: Tecoaque: “el lugar donde se los comieron”.

CHOQUE DE CULTURAS

Sin embargo, las últimas excavaciones arqueológicas y análisis antropológicos ofrecen una radiografía más amplia de lo que pudo haber sucedido en ese sitio en su última etapa, entre 1520 y 1521, cuando durante seis meses, los indígenas acolhuas —relacionados a la Triple Alianza— tuvieron que cohabitar con un grupo de personas totalmente ajeno a ellos.

El que viniera gente de otro tipo, que jamás habían visto, los trastocó mucho. Fue un choque cultural para ellos”, dice Flores Hernández, quien ha trabajado en el análisis de una colección de restos óseos que se han recuperado en ese sitio, y que ha permitido identificar la presencia de personas de diferentes razas, entre españoles, negros, zambos y mulatos.

Mediante un censo se han identificado a 70 mujeres, ocho negros, siete mujeres de color, seis tainas (habitantes de las islas caribeñas), cuatro zambos y varios niños, desde nacidos a no nacidos

Entre esas mujeres, explica el Arqueólogo, estaban las esposas de los hidalgos, capitanes, soldados, y su servidumbre, mujeres y hombres de color, tainas y mestizas. “También traían vacas, cabras, caballos, gallinas, gatos, perros, puercos. Todos fueron consumidos en el sitio, incluso los humanos”, apunta el investigador del INAH.

RITUALES DE PROTECCIÓN

Una vez capturados, explica, estas personas permanecieron en cautiverio durante seis meses y, de acuerdo con sus rasgos físicos, fueron sacrificados en diferentes festividades del calendario ritual nahua, con el fin de “pedir la protección de las deidades frente a la llegada de gente extraña”.

Así, por ejemplo, mientras las mujeres eran dedicadas a la fertilidad y algunos hombres eran ofrecidos al dios Huitzilopochtli, los negros eran quemados vivos, en honor a Xócotl Huetzi, dios del fuego. En la tradición mesoamericana, refiere el Arqueólogo, en el ritual a esta deidad, los sacrificados eran pintados de color negro. Por eso, al ver a las personas de color en la caravana, fueron elegidas directamente para ser sacrificados en este ritual.

Hernández Flores, quien asegura que las huellas de los sacrificios se pueden ver a través de los cortes y alteraciones de los cráneos y huesos recuperados, también recuerda el caso de una mujer negra a la que le introdujeron punzones de sacrificio para que se desangrara. “En el caso de las mujeres, el sacrificio estaba asociado con la fertilidad”, asegura.

Según el Arqueólogo, todos los miembros de la caravana fueron sacrificados; los cráneos de algunos de ellos fueron colocados en un “tzompantli”; con los restos de otros se elaboraron huesos trofeo, algunos de los cuales se han encontrado en los espacios habitacionales del sitio.

HABÍA OFRENDAS, NO SACRIFICIOS

Antes de ese episodio que marcó su caída, Tecoaque era un asentamiento típicamente agrícola que estaba dedicado al cultivo del maguey, frijol, maíz y aguacate, producción que era distribuida hasta Tenochtitlan. Hasta entonces, explica Enrique Martínez Vargas, no tenían mayor actividad militar, pero su historia cambió cuando llegó la caravana de hispanos.

De acuerdo con el investigador del INAH, hasta entonces no se habían registrado sacrificios humanos en el sitio: “Lo que había eran ofrendas que se le dedicaban al dios Ehécatl Quetzalcoatl, que eran ofrendas de flores, frutas, ya que se creía que él, con su viento, repartía los olores. Los sacrificios se realizan con la llegada de los españoles”, aseguró.

Ellos querían entregarlos a Tenochtitlan, pero Cacamatzin, que era el rey de Texcoco, les pidió que los mantuvieran para ser sacrificados. Hasta este lugar vienieron guarniciones de Tenochtitlan y sacerdotes de Texcoco para el sacrificio”, sostiene.

Por esa misma época, Hernán Cortés también sufría una derrota en Tenochtitlan. Recuperado del episodio conocido como “La Noche Triste”, el conquistador se enteró de lo sucedido en Tecoaque y dio instrucciones a Gonzálo de Sandoval de destruirlo.

 

A caballo, Sandoval y su gente entraron por la calzada principal, destruyeron el asentamiento; la gente corrió hacia los cerros, pero los españoles agarraron a mujeres y niños, los asesinaron y los enterraron en una fosa común”, señala el investigador, quien añade que los restos de las mujeres y niños indígenas capturados, fueron encontrados en un entierro común sobre la calzada del sitio.