25 de Noviembre de 2024

La oportunidad de México ante la crisis alimentaria

JULIO MILLÁN

Los elevados costos de alimentos, fertilizantes y energéticos han provocado la reciente crisis alimentaria que impactará, en mayor o menor medida, a todos los países del mundo. A diferencia de otros países, nuestras importaciones en productos agropecuarios no han crecido, por lo que México puede aprovechar su potencial exportador en ciertos alimentos básicos para convertirse en un eje-proveedor de materias primas toda vez que se implementen las medidas adecuadas.

La crisis alimentaria ha sido un problema constante que se agravó en los últimos 15 años. La crisis económica de 2009 en Estados Unidos y el incremento en aranceles de alimentos por la guerra comercial con China en 2018, fueron la antesala del rompimiento de las cadenas de valor en diversos países; y por ende, de las distorsiones actuales: quiebra de empresas exportadoras, altos costos de transportación, menor producción de alimentos por invasión en Ucrania y la elevada inflación mundial.

La menor disponibilidad de alimentos tendrá dos etapas: el desabasto de insumos para la producción alimentaria y la escasez de alimentos de consumo final. Europa atraviesa la primera etapa por depender de las exportaciones rusas de trigo (principal exportador mundial), de gas, diésel y petróleo, insumos para la elaboración de alimentos y su trasportación; así como de las exportaciones ucranianas de aceites de girasol (principal exportador mundial) y de cártamo. Se espera que la segunda etapa -por escasez de alimentos de uso final-, se agudice en 2023 y provoque en regiones como América Latina, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que 7.8 millones de personas se sumen a los 86.4 millones en condiciones de pobreza.

En México, a diferencia de otros países, el nivel de las importaciones de productos agropecuarios se mantiene estable. Ante un consumo interno privado que ha retomado el nivel de prepandemia, las importaciones de maíz, semilla de soya y trigo no se han incrementado, lo que es representativo considerando que en la última década han significado 22.9%, 15.8% y 9.5% de las importaciones, respectivamente, esto es 48.2% del total, según datos de Inegi. Asimismo, estos tres productos son relevantes en los hábitos de consumo nacionales por estar presentes en la canasta básica: aceites comestibles, tortillas y harinas para la panificación (pan de caja, pan dulce y bolillos).

Importaciones estables y balanza comercial agropecuaria superavitaria, son condiciones para aprovechar la coyuntura e impulsar nuestro potencial exportador. En los últimos siete años y a pesar de la crisis económica y sanitaria de 2020, la balanza comercial agropecuaria de México ha sido superavitaria ya que es potencia mundial productora (11º lugar como productor agrícola y ganadero, 3º en América Latina) y exportadora mundial en productos como: primer lugar en aguacates, tomates, chiles y pimientos; segundo en limones y quinto en fresas, frambuesas, pollo y huevos.

Más allá de los números de comercio exterior, las condiciones geográficas y comerciales del país son favorables. Si bien las afectaciones mundiales y la sequía temporal de algunas regiones del país podrían provocar en el corto plazo distorsiones en el abasto de alimentos -en menor medida que en Europa-, el clima de México es privilegiado y la proximidad con Estados Unidos -principal socio comercial y consumidor mundial-, son factores para impulsar las exportaciones de materias primas y de productos alimenticios con mayor valor agregado.

El aprovechamiento de esta coyuntura no se dará por sí sola, sino que deben promoverse las políticas adecuadas. La principal es a través de inversión y mejores condiciones de financiamiento de la banca de desarrollo para la mayor tecnificación del agro mexicano: renovación de maquinaria, mayor tecnología y digitalización, elevar la producción hidropónica y la cobertura de sistemas de riego para aminorar la producción temporal, implementar regulaciones y capacitaciones que favorezcan el uso de fertilizantes y otros productos químicos, entre otras. En resumen, aquellas acciones necesarias para elevar la productividad agrícola y de la agroindustria para generar un mayor valor agregado.