60 años del asombroso hombre araña
Raudel Ávila
John Lewis Gaddis es profesor de relaciones internacionales, historia militar y naval en la Universidad de Yale, y también es el historiador más prestigiado en temas de la guerra fría. El profesor Gaddis empezaba sus celebrados cursos de estrategia y su gran libro On Grand Strategy citando el lema de un personaje de la cultura pop “Con un gran poder viene una gran responsabilidad, como le recordaba el tío Ben a Spider-Man memorablemente.”
La fortaleza del personaje arácnido de las tiras cómicas le ha permitido trascender los espacios infantiles y convertirse en referente de la vida pública. A tal punto que la prestigiadísima editorial Penguin, que publica las mejores colecciones de clásicos de la literatura inglesa, lanzó este verano un libro con los primeros números del hombre araña como parte de su colección de clásicos de la lengua. No es la única en colgarse de la notoriedad arácnida. Tan pronto como ganó la presidencia de Estados Unidos en 2008, Barack Obama aprovechó la oportunidad propagandística de aparecer en la portada de la revista The Amazing Spider-Man #583. La inmensa popularidad de Peter Parker les permite a sus seguidores identificarse con él a un grado que ningún otro súper héroe puede presumir. No toda la gente es una montaña de músculos invulnerable como Superman, ni mucho menos multimillonaria como Batman, pero millones de seres humanos han tenido problemas de dinero, deudas, enfermedades, divorcios, problemas para ligar con las mujeres, y hasta dificultades con su ropa sucia en una lavandería pública. El asombroso hombre araña fue el primer súper héroe cuyo rostro estuvo completamente cubierto por una máscara, de modo que, en la imaginación de los niños, el color de su piel y sus ojos podía corresponder con el de cualquier grupo étnico. Stan Lee y Steve Ditko crearon, este mes hace 60 años, un súper héroe adolescente que, a diferencia de Robin con Batman, no necesitaba ni tenía un mentor. Peter Parker atravesaba la adolescencia por cuenta propia, sin la guía de un adulto, equivocándose, pero aprendiendo y corrigiendo sobre la marcha. Al contrario, el hombre araña más bien tenía la responsabilidad de ganar dinero trabajando para un periodista explotador y cuidar de su anciana tía May.
El hombre araña es producto de la década de 1960, cuando la radiactividad de los arsenales nucleares de la guerra fría provocaba intensa ansiedad en la sociedad americana. Se trataba de convencer a la gente de que la energía nuclear y atómica podían desarrollar efectos favorables para sus sociedades, y qué mejor manera de hacerlo que con un súper héroe cuyos poderes emanaban de la mordida de una araña radiactiva. El hombre araña representa el mito americano del self-made man, un hombre que viene de lo más bajo de la escalera social y trepa (literalmente) en ella gracias a su vocación por el estudio, el inmenso talento científico que lo caracterizaba, y, sobre todo, trabajo. Peter Parker ha pasado de ser un adolescente nerd que sufre bullying en la preparatoria, al esposo de una súper modelo y dueño de una empresa transnacional de alta tecnología. Un mensaje político que enfurece a las dictaduras. Un hombre que logra cosas por sí mismo no requiere ser conducido por demagogos ni por un estado paternalista que le digan cómo pensar. El año pasado la película Spider-Man: No Way Home fue vetada en las salas de cine de China. Al gobierno chino no le gustaron las escenas de la película donde se despliega prominentemente la Estatua de la Libertad en Nueva York. A ningún autócrata le gusta la Estatua de la Libertad, significa la posibilidad de una mejor vida y movilidad social para los migrantes, exiliados y perseguidos políticos, así como el recordatorio del anhelo de emancipación de las dictaduras que sobrevive en el corazón humano. Por eso, colgado siempre con su telaraña de la Estatua de la Libertad, el hombre araña seguirá inspirando a los niños a soñar con una vida mejor.