24 de Noviembre de 2024

La inflación de la primera quincena de agosto fue un balde de agua fría

PABLO ICAZA

La inflación de precios al consumidor de la primera quincena de agosto en México dejó desconcertados a quienes aseguraban que ya había alcanzado su techo en la anterior. En la primera de julio llegó a 8.16% en variación anual y en la segunda bajó apenas a 8.14%, por lo que se consideró que había llegado a su punto más alto. Sin embargo, el repunte a 8.62% anunciado ayer acabó con esa ilusión.

Cabe comentar que algo similar ocurrió en la segunda quincena de abril, para volver a retomar su tendencia de alza un mes después, por lo que es conveniente ser más cautelosos ante los repuntes registrados en un pasado, antes de echar las campanas al vuelo.

Lo que debe tener preocupados a integrantes de la Junta de Gobierno del Banco de México (Banxico) es que la inflación subyacente, que refleja más el comportamiento de los precios determinados por el mercado, fue de 7.97% y ha venido subiendo desde la primera quincena de mayo, a pesar de que la autoridad monetaria ha venido elevando la tasa de interés de referencia desde 4.0% a 8.5% hace dos semanas.

La inflación no subyacente, en la que se incluyen precios de productos agropecuarios y de energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno, se elevó a 10.59% en la primera quincena de agosto e influyó en el desempeño del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC). Entre sus componentes hay señales encontradas, porque si bien los agropecuarios llevan dos quincenas a la baja desde 16.76%, siguen estando en un elevado nivel (14.50%); pero en contrapartida, los precios de los energéticos pegaron un fuerte brinco y llegaron a 8.51% respecto a 4.60% de la quincena anterior.

La sequía a nivel mundial y nacional ha impactado fuertemente en los precios de alimentos y materias primas, lo mismo en el maíz que en el algodón, por poner dos ejemplos, y ante esta situación, el gobierno no puede hacer casi nada considerando que muchos de estos bienes son importados.

Por otra parte, México es un gran importador de gas que ha seguido subiendo a diferencia de la gasolina, que ahora es más barata en Estados Unidos (EU) que en México, lo que ha contribuido a que la inflación haya bajado de manera importante en julio pasado en el vecino del norte, como se ha comentado.

Otro aspecto que tiene preocupadas a las autoridades es que la inflación se está expandiendo a los servicios y de manera más clara en el rubro de Otros servicios, que incluye loncherías, fondas y taquerías, restaurantes y similares, servicio de telefonía móvil, mantenimiento de automóvil, consulta médica, servicios turísticos en paquete, entre otros, al llegar a 7.24%.

Si bien todavía es factible que se cumpla el pronóstico de inflación promedio de 8.5% para el tercer trimestre de Banxico divulgado hace dos semanas, se abre la interrogante de si ello podría suceder si sigue registrando una tendencia ascendente. En contrapartida, las fuertes alzas de las tasas de interés tampoco han logrado frenar la inflación, por lo que comienzan a generarse dudas de si esta es la mejor medicina, cuando en México no hay tantas presiones de demanda como en EU.

Sin embargo, a Banxico no le queda más que replicar el alza que decida la Reserva Federal (Fed), independientemente del nivel general de precios en México, para evitar una salida de inversión en cartera y por ende generar depreciación del tipo de cambio que agrave el efecto de la inflación importada.

Es claro también que ambos bancos centrales requieren recuperar credibilidad, luego de que resultó equivocado su diagnóstico de que la inflación era transitoria. Consideraban que la pandemia había generado un choque de oferta por la interrupción de las cadenas de suministro, pero que una vez que éstas se restablecieran, los precios volverían a retroceder al desaparecer la escasez de chips y los cuellos de botella que presionaron los precios al alza, por lo que la inflación sería temporal por efecto de la demanda reprimida.

Sin embargo, los contextos locales fueron diferentes: mientras que en EU hubo una política fiscal muy expansiva sobre todo por el fuerte incremento del gasto público para estimular la demanda agregada desde 2020, en México se aplicó una austeridad republicana que más bien fue selectiva, porque se destinaron enormes recursos a proyectos de inversión prioritarios, seguridad y a ciertos programas sociales; sacrificándose otros rubros, incluidos educación y salud, así como cultura o gastos para reparar carreteras.

En lo que respecta a la política monetaria, luego de la última baja de la tasa de referencia en febrero de 2021, Banxico comenzó a subirla en el segundo semestre, mientras que la Fed lo hizo hasta marzo de 2022. Ambos bancos centrales se tardaron en actuar, pero mucho más en EU, ante el temor de no frenar prematuramente la recuperación de la economía.

En este sentido, los integrantes de la Fed han tenido que salir a declarar que les extraña que el mercado de futuros de fondos federales estuviera apostando por una baja en el primer semestre de 2023, cuando no se espera que en esos momentos la inflación esté en los niveles que consideran adecuados. Esto es, en el dilema de elegir entre crecimiento o inflación, la autoridad monetaria apostará por lo segundo cuando ambos objetivos están en conflicto.

Por su parte, para enfrentar el creciente déficit público, la administración Biden está promoviendo una reforma fiscal progresiva con la consigna de reducir la inflación, destacando que el Medicare ha encarecido las medicinas y los servicios de salud.

En conclusión, en varios países la inflación más pronto que tarde comenzará a descender, pero desde niveles elevados, por lo que los bancos centrales seguirán subiendo las tasas de interés, aunque con menor intensidad.