Otra noche de balas y abandono
HÉCTOR DE MAULEÓN
A unas horas de que el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmara que “ya” estaba sintiendo, “percibiendo que estamos domando el problema de la inseguridad y la violencia”, la implacable realidad lo desmintió a través de un nutrido tiroteo y el incendio de una unidad de transporte de carga que durante horas hundió en el pánico a los habitantes de Orizaba, Veracruz.
A unos días de que el presidente asegurara que, gracias a las medidas adoptadas por su gobierno, la violencia comenzaba a ser domada, en otro lugar del país se vivió una nueva madrugada de horror.
A las tres de la mañana del lunes pasado, la población de Miguel Alemán, en Tamaulipas, despertó en medio del estruendo de potentes detonaciones.
Desde hace años, los habitantes de ese municipio de la frontera chica tamaulipeca pasan las noches encerrados en sus casas. En Miguel Alemán ya no hay policía municipal. Las calles quedan desiertas.
El lugar es escenario de la guerra entre el Cártel del Golfo y del Cártel del Noreste, en la que juega un papel crucial uno de los principales objetivos criminales del gobierno del estado: César Morfín Morfín, apodado El Primito.
Producto de una escisión del Cártel del Golfo, El Primito abrió las puertas de la frontera al Cártel Jalisco Nuevo Generación, cuya ayuda, según reportes federales, solicitó en 2018.
Su base de operación se encuentra en Miguel Alemán, aunque también controla Camargo, Gustavo Díaz Ordaz y una porción de Reynosa.
Desde hace años, a los habitantes de Ciudad Alemán les arrebataron la noche.
Cuando llega la oscuridad suele escucharse el rugido de los “monstruos”, vehículos blindados de manera artesanal y dotados de armamentos poderosos. Los tiroteos son constantes. La lucha por la frontera chica no da tregua.
Relaté en una entrega del año pasado (http://eluni.mx/rrswt) que tras los enfrentamientos los sicarios suelen llevarse a sus muertos, en una estrategia semejante a la empleada hace unos meses en San José de Gracia, Michoacán, en donde al menos once personas fueron acribilladas contra un muro, y de las cuales solo quedaron en el pavimento restos de sesos y unas manchas de sangre.
Algunas otras veces, sin embargo, los cuerpos torturados, desmembrados o destrozados por las balas quedan tendidos en calles y carreteras como boletines de prensa del horror.
Así ocurrió en agosto de 2021 cuando nueve cadáveres fueron lanzados desde un vehículo en movimiento en un tramo de la carretera ribereña: de ese modo los encontraron, y grabaron, ciudadanos que al amanecer se dirigían a sus labores cotidianas.
Me han hecho llegar un video, que comparto aquí, de 2 minutos con 44 segundos de duración. Fue grabado en Miguel Alemán el lunes pasado, hacia las tres de la mañana.
Me lo enviaron como un testimonio más de lo que ocurre una noche cualquiera en esa ciudad.
Registra el encuentro en una avenida principal de varios vehículos, entre ellos, uno de los célebres “monstruos” de que he hablado arriba.
Comienza el tiroteo y la persecución. Se ve el relampaguear de las balas calibre .50. Se aprecia la manera en que los tiros impactan en las unidades, mientras el tripulante de una pick up tira en contra de integrantes del grupo rival.
Parece una escena de guerra.
A nueve kilómetros de Miguel Alemán hay un cuartel de la Sedena con al menos 500 elementos.
A cuatro kilómetros y medio se halla instalado un retén de la Guardia Nacional.
Ni unos ni otros se movieron de su sitio. Nadie llegó nunca a verificar lo ocurrido.
Fue otra noche de balas y abandono para la gente de Miguel Alemán, en tiempos en que, según el discurso presidencial, se está domando la violencia.