El costo de las armas nucleares que nunca se deben usar
MIGUEL ALEMÁN
Como pocas ocasiones en la historia reciente, tendrá repercusiones de trascendencia la definición del Premio Nobel de la Paz para este año.
La invasión de Rusia a Ucrania ha llevado al sistema político internacional a enfrentar riesgos que se creían superados y se han violado principios de respeto territorial que se creían permanentes. El próximo 24 de octubre se cumplirán 374 años de la firma de los Tratados de Westfalia de 1648, que sentaron las bases del principio de soberanía entre naciones. Desde entonces se han venido perfeccionando las normas internacionales que rigen la delimitación territorial de cada país.
La carrera armamentista de la Guerra Fría creó un grupo de naciones con capacidad de producir y poseer armas nucleares. Con ello el equilibrio militar se dividió entre las naciones pacifistas y las de alta inversión bélica.
La invasión de Rusia a Ucrania para anexar parte de su territorio es un acto unilateral donde la decisión de imponer la voluntad de un país sobre otro puede llegar al extremo de utilizar armas nucleares tácticas.
Datos de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN por sus siglas en inglés), así como de especialistas en economía militar, indican que a pesar de las graves consecuencias de la recesión económica por la pandemia del año 2021, los países con armas nucleares gastaron 82 mil 400 millones de dólares al año en su mantenimiento, lo que equivale a 157 mil dólares por minuto, de los cuales Estados Unidos gastó 44 mil 200 millones de dólares, China 11 mil 700, Rusia 8 mil 600, Gran Bretaña 6 mil 800, Francia 5 mil 900 y entre India, Israel Paquistán algo más de mil millones, mientras que Corea del Norte gastó 642 millones de dólares. Y se estima que los usos experimentales de armas nucleares cuestan entre 45 y 95 millones de dólares cada prueba.
Todo lo anterior no incluye los costos indirectos de afectaciones ambientales o de salud de esta enorme industria bélica.
En el caso de México, la tradición de nuestra política exterior en materia de conflictos está siempre a favor de la solución pacífica de conflictos, el respeto a la soberanía de todas las naciones —lo cual incluye su integridad territorial— y el reconocimiento mundial de haber logrado la ratificación internacional del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina, también conocido como Tratado de Tlatelolco, del 14 de febrero de 1967. Posteriormente la ONU promovió el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares firmado en 1970, que establece normas para preservar la paz mundial.
No obstante, es quizá momento de pensar en la importancia de establecer límites a las capacidades de gasto e inversión de las potencias bélicas en sus armamentos nucleares, que nunca se deberán utilizar, y disponer de más recursos económicos para ayuda humanitaria, así como para reducir las asimetrías económicas entre naciones ricas y pobres.
Los líderes del mundo deben aceptar un principio indiscutible; que de un conflicto nuclear nadie saldrá victorioso y todos salimos perdiendo.
Rúbrica. In memoriam, Mahsa Amini. Poderosa revolución femenina surge en Irán por las libertades y los derechos humanos, cuando una policía moral sin uniforme o emblemas vigila, reprime y castiga hasta la forma de vestir de una mujer.