Ni Beatriz Gutiérrez Müller se salvó de ser espiada
HÉCTOR DE MAULEÓN
Ni Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente de México, logró escapar del espionaje telefónico a que en este país han sido sometidos, entre otros, políticos, periodistas y activistas.
La escritora también es espiada.
Una conversación suya con una persona de nombre Julio aparece entre los archivos que el colectivo Guacamaya hackeó a la Secretaría de la Defensa Nacional.
A fines de septiembre, este grupo internacional de activistas dio a conocer la información que obtuvo tras vulnerar el sistema de cómputo de la Sedena: seis terabytes de material generado a partir de 2016, que acumula correos electrónicos, tarjetas informativas, monitoreo a diversos funcionarios, así como reportes provenientes de los Centros Regionales de Fusión de Inteligencia, Cerfis.
Un mar de datos procedentes del aparato de inteligencia mexicano, y enviados en su momento a la Sedena, cuya filtración hasta el momento ha dado cuenta, desde el verdadero estado de salud del presidente Andrés Manuel López Obrador, hasta los nudos de colusión entre autoridades estatales de todo el país con el crimen organizado.
También, de movimientos relacionados con los cárteles y los objetivos prioritarios.
Entre esa tormenta de información aparecen los gravísimos rastros del espionaje a Gutiérrez Müller.
El audio de su conversación figura entre las ligas de un documento enviado a la Sedena en enero de 2020 por una suboficial de la Policía Federal.
No hay certeza de la fecha en que la escritora fue grabada, pero en el diálogo ella hace referencia a que “el bebé ya camina, lo cual ya te puedes imaginar qué implica” y habla de que “Andrés no está ahora… salió a una reunión”.
Hay datos de que en 2011 la Secretaría de la Defensa Nacional le compró a la firma israelí NSO Group el primer programa Pegasus que hubo en México.
De manera oficial, se dijo que fue empleado para hacer trabajos de inteligencia en contra de objetivos criminales. Sin embargo, sobran evidencias de que el programa fue empleado también para seguir las comunicaciones de diversas personalidades de la política.
Durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, la Procuraduría General de la República adquirió en 32 millones de dólares un nuevo equipo (se dice que el Cisen tuvo también uno).
El presidente López Obrador ha declarado varias veces que él y su familia fueron constantemente espiados.
El audio hackeado por el colectivo Guacamaya prueba ese espionaje.
En la conversación que estuvo en poder del área de inteligencia de la Sedena –y que es totalmente intrascendente–, Julio relata que un libro escrito por su padre está por aparecer:
“Te va a encantar”, le dice a Gutiérrez Müller.
Ella responde que después de la última plática que tuvieron “me puse a investigar sobre esa mujer. Qué cosa tan interesante, ¿eh?”.
“Pero cuando leas eso te va a enloquecer… olvídate de lo que has investigado, te va a encantar”, contesta Julio.
Continúa la conversación:
“¿Y cuándo nos vemos?”.
“Pues mira, yo encantada cuando sea, Andrés no está ahora… salió a una reunión, pero en la noche que regrese yo le comento para ver si podemos celebrar la próxima semana…”.
“Sí, tú dile. Tuércele el brazo, Beatriz”.
“Sí, sí, sí. Esa es la única manera y si no dile a tu papá que nos reunimos él, tú y yo, aunque yo sé que lo atractivo es aquí Andrés…”.
“No, no, no digas eso, no digas eso”.
(…)
“Vamos a buscar un hueco, más bien que él se lo busque, para comer comida mexicana… porque, ¡qué bárbaro!”.
¿Quién espió a Beatriz Gutiérrez Müller? ¿Y qué uso le dio la Sedena a la información que se hallaba en su poder?