A tres años de la masacre de mi familia
ADRIÁN LEBARÓN
Este 4 de noviembre, cuando se cumplen 3 años de la masacre de mi hija y nietos, decidimos pasarla en el panteón de nuestra comunidad. Decidimos acompañarlos todo el día, adornar su tumba con muchas flores como le gustaba y pasarla en familia, que era de las cosas que más disfrutaba.
A tres años, le voy a ir a contar que muchas cosas han cambiado, que recibimos una solidaridad sin precedentes, que su muerte dolió en el alma del país, y que, como familia, decidimos sacudirnos el polvo y ponernos a caminar; nunca fue una opción ir a escondernos para lamer nuestras heridas.
Nos encontramos en el camino a gente que desde su dolor está cambiando el país. Conocimos a las madres buscadoras del país, cuyas manos las tienen tan curtidas como el corazón, y no van a descansar hasta encontrar a sus ausentes. Conocimos a desplazados y víctimas del crimen organizado que levantan la voz para rescatar sus comunidades.
Bajamos al basurero de Cocula, Guerrero, lugar donde supuestamente habían quemado a los estudiantes de Ayotzinapa, pero al estar ahí, con los lugareños y luchadores de la región, vimos que era imposible, pero en su momento esa fue la conformación de una “verdad histórica”.
El día de la masacre no encontrábamos a Mckenzie, una niña de las sobrevivientes, que decidió ir a buscar ayuda, dejó a sus hermanos en la camioneta balaceada, se puso a caminar; esos son terrenos ásperos, todo terregoso, lleno de cuanto bicho imaginen. Caminó bastantito, pero con un solo zapatito, y cuando la encontraron, lo primero que dijo fue “regresemos por ellos”, ella necesitaba regresar por los suyos, no buscaba su consuelito personal.
Así vemos la vida desde ese momento. Cuando marchamos, a veces nos quitamos un zapato, en honor al valor de esa niña y para decirle al mundo lo importante de sentir el suelo que caminas, que la vida es dura, pero la esperanza te mueve.
A tres años también nos encontramos a gente mala. Ya he visto a los presuntos culpables de la masacre. Van 31 detenidos, 24 por delincuencia organizada, 7 por el homicidio y ningún sentenciado. No teníamos acceso a las carpetas de delincuencia organizada, hasta hace poco que nos otorgaron un amparo, esto fue algo que marcará precedente.
Nos encontramos a gente con oscuras intenciones. Publicaron un libro en EU lleno de mentiras, calumnias y especulaciones. Esa persona, de apellido Denton, no sabe lo poderosa que es una pluma para construir, que hoy en día, ser periodista es un acto de valor y amor. La vi hace poco, la invité a conocernos, pero no respondió.
Quiero reconocer a la gente buena y profesional del gobierno, de las fiscalías, a legisladores. Quiero recordar a mi exabogado Abel Murrieta; al primer policía investigador de nuestro caso, José Alberto Mancilla, ambos asesinados, a quienes admiraré siempre.
A tres años aún se ve lejana la justicia; pero es un hecho que México está cambiando. Un día volveré a ver a mi hija, y estoy seguro le rendiré buenas cuentas; ese día le daré un abrazo tan grande para no soltarla jamás. Mientras, a seguir caminando, aunque sea con un solo zapato.