22 de Noviembre de 2024

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La educación es la única vía para poder desarrollar las potencialidades del ser humano, posibilitar que se realice plenamente y que tenga un futuro próspero. Sin embargo, no es suficiente que el Estado ofrezca servicios educativos a niños y jóvenes, toda vez que muchos de ellos no logran completar la educación obligatoria y tampoco logran adquirir los aprendizajes fundamentales para tener éxito en la vida.

Una de las razones del fracaso educativo tiene que ver con las limitaciones que impone el contexto familiar (y social) de los escolares. Está ampliamente documentado que, para el promedio de las personas: a mayor pobreza menor aprendizaje. Por supuesto, la pobreza por sí misma es insuficiente para explicar la falta de aprendizaje, pero sí las variables y condiciones que la acompañan.

Dos de las variables de mayor peso que impactan el desarrollo cognitivo de los infantes en condición de pobreza es su falta de exposición al lenguaje hablado, así como la falta de recursos culturales y educativos dentro del hogar (ej.: libros). El lenguaje es, sin duda, el de mayor peso, pues de éste depende que los niños dominen un idioma y que, a través de éste, desarrollen sus capacidades intelectuales.

La pobreza está asociada con el analfabetismo, con un bajo capital educativo de la familia y con un trabajo remunerado de poca exigencia intelectual. Estas variables hacen que un infante crezca en un ambiente familiar cognitivamente empobrecido, como es el caso de las poblaciones indígenas, los campesinos, los migrantes agrícolas y quienes viven en los cinturones de miseria de las grandes urbes.

El capital lingüístico de una familia se puede cuantificar por el número de palabras o vocablos que utiliza; componentes básicos para estructurar el pensamiento. Para dimensionar este problema, basta decir que las personas con poca educación tienen un vocabulario de entre mil y 5 mil palabras; quienes poseen una educación promedio llegan a utilizar entre 20 mil y 35 mil; mientras que los individuos con una alta educación manejan entre 50 mil y 70 mil vocablos.

Si a esto le sumamos la complejidad semántica que se utiliza normalmente en una conversación familiar, podremos imaginar el rezago lingüístico y cognitivo con el que llegan los infantes de niveles socioeconómicos bajos a la educación preescolar.

Al respecto, el extinto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación realizó, en 2008, un estudio para conocer el nivel de competencias verbales y matemáticas de los escolares que terminaban la educación preescolar en el país.

Los resultados son elocuentes: 26% de los escolares provenientes de Cursos comunitarios no contaban con las competencias de Lenguaje y Comunicación básicas, condición en que se encontraba el 19% de los escolares que asistían a escuelas ubicadas en zonas rurales, el 7% de los escolares de escuelas públicas urbanas y 1% de quienes asistían a escuelas privadas.

Debido al bajo desarrollo neurolingüístico con que ingresan a la primaria los escolares de zonas vulnerables y a que estas deficiencias se acumulan y crecen a lo largo del tiempo, no es de extrañar que una gran proporción de ellos llegue a concluir la educación primaria (incluso la secundaria) sin poder comprender lo que leen (más allá de lo evidente y superficial) y sin poderse expresar por escrito con claridad y coherencia.

Por lo anterior, hay un consenso a nivel mundial sobre la importancia de implementar una educación temprana o inicial para poder revertir los efectos negativos asociados a la pobreza económica de las familias. Entre más temprana se dé esta educación, mayor será el beneficio que tenga en el desarrollo cognitivo de los infantes, de tal manera que logre compensar la deficiente estimulación verbal del hogar, desarrollando un vocabulario enriquecido y habilidades neurolingüísticas equivalentes a los de los niños que crecen en ambientes familiares culturalmente privilegiados.

Sin embargo, la educación inicial no se debe ver como simples guarderías o estancias infantiles, donde se “entretienen y se guardan” a los niños. Por el contrario, este nivel educativo debe diseñarse como verdaderos centros especializados en el desarrollo cognitivo de los pequeños (así como en el psicomotriz y emocional). Solo así, los niños que provienen de poblaciones vulnerables podrán tener un mejor desempeño educativo, que les permita salir de la pobreza y lograr un mejor futuro.

Desgraciadamente, quienes manejan el sistema educativo mexicano no tienen la capacidad de entender lo que está ampliamente documentado a nivel mundial. La cancelación, en 2018, del programa de Estancias infantiles para madres trabajadoras sin seguridad social es evidencia de la pobreza intelectual de nuestros gobernantes. Espero que la próxima administración tome en serio el tema educativo, privilegiando lo pedagógico sobre lo ideológico y lo científico sobre lo demagógico.