En abril de 1990 una mujer llamada Aurora Esquivel Muñoz pidió una cita en el consultorio del ginecobstetra tapatío Humberto Álvarez Machain. Tenía, al parecer, síntomas que podrían corresponder a quistes ováricos. A mitad de la cita irrumpieron en el consultorio seis individuos con placas de la Policía Judicial Federal.
Según declaró el médico en esos días, lo llevaron en una pick up a una casa de Guadalajara y al día siguiente lo llevaron encajuelado a Silao, Guanajuato, de donde lo trasladaron a León. En las inmediaciones de esta ciudad lo treparon a una avioneta que aterrizó en El Paso.
Ahí lo estaba aguardando el agente de la DEA Héctor Beréllez, quien tenía a su cargo la Operación Leyenda, encaminada a detener a todos los responsables del asesinato del agente Enrique Camarena Salazar, al que Rafael Caro Quintero, Enrique Fonseca Carrillo y Miguel Ángel Félix Gallardo habían torturado hasta la muerte en una casa propiedad del cuñado del expresidente Luis Echeverría: Rubén Zuno Arce.
Según la DEA, Álvarez Machain había aplicado fármacos al agente Camarena para mantenerlo vivo mientras los narcotraficantes lo torturaban. Camarena, como se sabe, había revelado la ubicación del rancho El Búfalo, en donde se incautaron 10 mil toneladas de mariguana.
Héctor Beréllez le reveló años más tarde al periodista de Proceso J. Jesús Esquivel que el secuestro del médico fue ordenado por el presidente estadounidense George H. W. Bush, quien ordenó al administrador de la DEA, Jack Lawn, que Álvarez Machain fuera sacado de México y presentado ante la justicia de Estados Unidos “a cualquier costo y sin importar las consecuencias”.
De acuerdo con Beréllez, cuando Lawn le preguntó si era posible llevar a cabo la operación, este respondió que, dependiendo del dinero, era posible extraer hasta el mismo presidente de México.
Beréllez cambió varias veces la versión de lo ocurrido. Una investigación ordenada por el juez federal Edward Rafeede, encargado de juzgar a los acusados, indicó que, a través de un comandante de la Judicial Federal, Jorge Castillo del Rey, y de un colaborador de la DEA, Antonio Gárate Bustamante, se inició la búsqueda de un equipo de policías judiciales a los que Beréllez llamó los “Gansos Salvajes”.
En una versión publicada por Juan Antonio Oseguera en la revista Contenido en 1990, se reveló que el comandante Castillo del Rey accedió a participar si Estados Unidos le entregaba a cambio a un tal Isaac Naredo Moreno que había defraudado con más de 500 millones a varios políticos mexicanos. El intercambio no se dio, pero la Operación Leyenda siguió adelante.
Bérellez le dijo al periodista Esquivel que la DEA había pagado 250 mil dólares a los encargados de secuestrar al médico tapatío. En 1990 la versión fue que el agente solo les pagó 25 mil dólares. Ese año, Contenido reveló los nombres de las personas reclutadas por la DEA para llevar a cabo el secuestro: Aurora Esquivel, Jesús Camberros, Jorge Covarrubias, Pedro Moreno, Francisco Sosa, Marcos Vázquez y Rodolfo Escobar.
Todos ellos fueron convertidos en testigos protegidos por el gobierno de Estados Unidos, con un sueldo mensual de 6 mil dólares.