Las candidaturas de Morena para las delegaciones del Distrito Federal fueron para lopezobradoristas probados —tal como, desde hacía meses, se había previsto—: Tlalpan para Claudia Sheinbaum, Coyoacán para Bertha Luján, Cuauhtémoc para Ricardo Monreal, Iztapalapa para Clara Brugada, Venustiano Carranza para Patricia Ruiz Anchondo…
Pero en la lista dada a conocer por el presidente de ese partido, Martí Batres, hace unos días, faltó el nombre del aspirante a dirigir la delegación Miguel Hidalgo. Ese espacio venía en blanco, sospechosamente en blanco. Batres salió al paso:
“No tuvimos ningún registro en el caso, así que el Comité Ejecutivo Nacional en coordinación con la Comisión Nacional de Elecciones tomará la decisión en los próximos días”.
Hasta ese momento todo indicaba, sin embargo, que la candidatura de Miguel Hidalgo iba a ser para el senador Mario Delgado. El Universal lo había publicado apenas el 9 de enero, dos días después de que Delgado renunciara al PRD, alegando que ese “organismo político no cuenta con la convocatoria para hacer los cambios que el país necesita”.
Delgado reveló el día de su renuncia que desde hacía tiempo tenía una invitación “por parte de Morena y seguramente andaremos por ahí”.
Hay registro de acercamientos de Delgado con el Movimiento Regeneración Nacional desde julio del año pasado, fecha en la que el aún senador perredista acompañó a López Obrador a una gira por Colima.
En esos días corrieron rumores de que el líder de Morena le había ofrecido contender por la gubernatura de aquel estado. Según esos rumores, Delgado declinó porque veía mayores oportunidades para sí en la Ciudad de México. En todo caso, desde esa fecha venía el acercamiento.
¿Por qué esperó Delgado hasta enero de 2015 para dejar el PRD? A primera vista podría parecer que el senador salió huyendo del efecto Abarca, que provocó el mayor terremoto político en la historia de ese partido. Pero esa hipótesis no es muy convincente. Delgado llevaba meses bajo “fuego amigo” a consecuencia del escándalo de la Línea 12, y no se iba. Ese “fuego amigo” —atacado por el gobierno de Mancera, definitivamente alejado de Los Chuchos—, debió hacerle comprender que en el PRD no quedaba nada para él.
A principios de enero, El Universal publicó que la salida de Delgado tuvo su origen en un acuerdo entre López Obrador y Marcelo Ebrard: según el diario, los tres personajes se reunieron para dialogar “sobre los escenarios de una candidatura con las siglas de Morena para la delegación Miguel Hidalgo”. La salida de Delgado mandaría un mensaje a la dirigencia perredista: o ésta se acercaba a Ebrard, o de lo contrario “ya saben cuál sería el camino del ex jefe de Gobierno del DF”.
“Un movimiento estratégico frente a los tiempos electorales”, publicó el periódico.
En los días siguientes se filtraron versiones de que Ebrard había reunido a Delgado con empresarios de la delegación Miguel Hidalgo. Se filtraron versiones de que Batres había encargado una encuesta para medir posibles candidatos, y que Delgado había resultado ganador.
El martes pasado, sin embargo, Martí Batres decidió acudir a la conferencia de prensa con la casilla de Miguel Hidalgo en blanco.
¿Por qué?
Creo que la respuesta es simple. Hay que volver al principio: Delgado sería el único candidato de extracción ajena al lopezobradorismo. Y además, como delegado, el senador sería un candidato natural a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal en 2018.
Lo cual no debe muy ser del agrado de Batres, porque significaría el regreso al poder del ebrardismo.
La grilla a todo lo que da.
@hdemauleon