23 de Abril de 2025

11a

Lo que empezó hace unas semanas en la UNAM como movimientos estudiantiles que, por un lado se quejaban de los altos precios de los alimentos en las cafeterías universitarias y reclaman la instalación de comedores comunitarios con alimentos a bajo precio, y por el otro se oponen a la modificación del Reglamento Universitario para sancionar actos vandálicos que se cometan en instalaciones universitarias, ha comenzado a generar inestabilidad en la máxima casa de estudios con paros y protestas activos en nueve escuelas y facultades, y el estallido ayer de tres petardos que alarmaron en la Escuela Nacional Preparatoria número 5.

Y es que mientras las demandas originales se radicalizan cada vez más y, como siempre pasa en la Universidad Nacional, empiezan a asomarse manos e intereses ocultos que utilizan y manipulan a los estudiantes en sus legítimas posiciones, bloqueando y torpedeando cualquier intento de entendimiento entre las autoridades universitarias y los estudiantes, pareciera que hay grupos políticos o sociales externos que se montan en las protestas para agitar el ambiente universitario y presionar y desgastar a la rectoría de la UNAM.

Porque originalmente la protesta por la calidad y precio de los alimentos en las cafeterías y locales internos de la Preparatoria No. 2 parecía un movimiento genuino de los estudiantes de bajos recursos que argumentaban la incapacidad para pagar los precios de los alimentos y reclamaban su derecho a tener comida más accesible y nutritiva para todos aquellos alumnos que tienen que comer, por necesidad o tiempo en las instalaciones universitarias.

Pero la forma gradual y muy bien articulada en la que esa demanda de una Prepa en particular comenzó a crecer y a extenderse no sólo a otras preparatorias del sistema del Bachillerato universitario sino también a Facultades que llevaron esa petición al extremo de declarar paros y huelgas en las clases, confirma que la UNAM enfrenta, a estas alturas, un organizado proceso con fines de desestabilización que se ha extendido ya hasta nueve escuelas y facultades universitarias.

Una señal de la radicalización de estos movimientos es que no levantan sus paros y protestas a pesar de que ya desde la oficina del rector Leonardo Lomelí Vanegas, se ha dialogado en busca de acuerdos y soluciones para sus demandas, como la propuesta de echar a andar un “Plan de Apoyo Nutricional Ampliado” en agosto de este año o la decisión de la misma rectoría que ordenó, desde el pasado 9 de abril, el retiro de la reforma al artículo 15 del Reglamento del Tribunal Universitario que proponía sancionar con suspensión o expulsión a los alumnos que atacaran con “actos vandálicos” instalaciones o edificios de la Universidad nacional.

Lejos de amainar o de levantar los paros en escuelas y facultades, ayer al mediodía en la Prepa 5, estallaron petardos al interior de las instalaciones. También hubo una marcha en el campus de CU, hacia las oficinas del CCH, en donde a esas demandas originales se le van sumando otras nuevas peticiones que se utilizan como argumento para escalar el conflicto sin que se busquen soluciones concretas.

Esto ha hecho que ya al interior de la comunidad universitaria empiece la preocupación siempre latente en los terrenos universitarios de que a los estudiantes los estén manipulando no para conseguir mejorar sus condiciones alimenticias o para evitar la destrucción y el vandalismo en las instalaciones universitarias, sino con otros intereses políticos ocultos que no dan la cara, pero que, como ha ocurrido cíclicamente, utilizan el territorio de la UNAM para provocar agitación y caos que fácilmente se puede trasladar también al ambiente político y a la estabilidad social y política del país.

También es sabido que dentro de Morena y del gobierno federal hay personajes y grupos, desde la propia presidenta hasta el director del ISSSTE, Martí Batres, pasando por varios secretarios de gabinete o funcionarios de primer nivel, que tienen un origen universitario y que su formación política e ideológica ocurrió en los movimientos estudiantiles y las huelgas en la UNAM.

Y por supuesto que nadie ignora, porque han sido públicos y abiertos, los intentos en las últimas dos sucesiones de la rectoría de alinear a la Universidad con las políticas y la ideología del actual régimen, algo que incluso se planteó en una estrategia de Reforma Universitaria presentada en 2021 por el entonces subsecretario de Educación Superior de la SEP, Luciano Concheiro, e implementada en una primera fase en la Universidad Autónoma de Zacatecas, y que proponía aterrizar las reformas a la Ley General de Educación de 2019 con postulados claramente políticos e ideológicos como cambiar el modelo actual de la Universidad Pública para “impulsar su articulación con su realidad social y responder al llamado histórico como agente de desarrollo y ‘transformación’ social”.

Así que, mientras las autoridades universitarias intentan con poco margen presupuestal atender las demandas estudiantiles, como la de los “comedores comunitarios” a los que pretenden que pueda entrar cualquier persona a tomar alimentos y no sólo los estudiantes, las mechas encendidas en la UNAM, por manos que se mueven desde las sombras y que no dan la cara, parecen preparar el terreno para desestabilizar a la máxima casa de estudios sin darse cuenta, o tal vez sí y ese es el objetivo final, que no sólo desestabilizan y afectan a la educación y la formación de los estudiantes, que hoy tienen paradas las actividades académicas y los cursos en nueve facultades, sino que también si le prenden fuego a la pradera seca universitaria, el incendio político se pasará rápidamente al terreno social provocando un problema de inestabilidad y tensión para los gobiernos federal y de la CDMX.