23 de Noviembre de 2024

Taller para ciegos y débiles visuales les enseña a fotografiar con los sentidos

Un taller para ciegos y débiles visuales enseña a capturar la realidad a partir de los sonidos, el olfato y la imaginación

AGENCIA

CIUDAD DE MÉXICO

Son ciegos y son fotógrafos, para tomar una fotografía no necesitan ver pero sí observar, porque para ver basta un par de ojos y para observar es indispensable el corazón. Se trata de los alumnos de la  primera generación del taller de fotografía básica para ciegos y débiles visuales impartido por el fotoperiodista Jesus Villaseca en Pohualizcalli. Escuela de Cine Comunitario y Fotografía.

Redescubrir los sentidos es fundamental para desarrollarse en este taller, porque cuando vemos con los ojos dejamos de prestar atención a nuestros otros sentidos; ignoramos cuántos pasos hay que dar para llegar a la parada del transporte público, qué textura tiene la mesa sobre la que trabajamos, la diferencia entre el sonido que provoca el cambio de  las hojas de un libro al de un periódico, el olor del puesto de comida que está en la esquina de nuestro trabajo e incluso en qué parte de nuestro cuerpo se siente más el calor del sol cuando es mediodía.

“Para que una persona normovisual pueda aprender a observar es necesario que se detenga a contemplar, ¿cómo podrían observar mis alumnos si ellos no ven? A través de los sentidos. Las yemas de sus dedos, sus oídos, el olfato, el gusto son parte de sus ojos. Una persona normovisual utiliza la vista en un porcentaje mínimo, solamente para hacer su vida cotidiana”, comenta en entrevista el profesor, quien además es el director de la escuela.

La idea del taller surge a raíz de una serie de preguntas que se hizo Villaseca hace más de treinta años: ¿qué pasaría si me quedara ciego?, ¿a qué me podría dedicar?, ¿cómo podría seguir haciendo lo que más me apasiona? ¿cómo tomaría una fotografía? Además, surgió la necesidad de visibilizar las problemáticas a las que se enfrentan las personas ciegas y con debilidad visual en una sociedad que no los contempla. Asimismo, considera importante hablar respecto a qué es lo que lleva a los mexicanos a perder la vista. La ceguera de la  mayoría de los alumnos que asisten a este taller es consecuencia de enfermedades como la diabetes, razón por la que más de la mitad del grupo tuvo que desertar durante la pandemia. 

ESTENOPEICA Y COMPOSICIÓN PARA COMENZAR.

“Hay dos toboganes, uno en forma de serpiente y otro con una curva más sutil. Los dos llegan a un chapoteadero donde hay unos chavitos jugando”, describe Jesús a su alumno, David, durante una práctica de fotografía estenopeica.

“Yo quiero tomar a los niños, pero hay que pedirles que sean nuestros modelos para que se queden quietos y salgan en la fotografía, si no van a salir barridos'', asegura uno de los cuatro alumnos que asistieron a la práctica.

“¿Dónde está la luz?, ¿cómo se siente?, ¿cuánto tiempo vas a permitir que pase  la luz?", pregunta el profesor. Después de que los niños aceptan ser los modelos de David, él coloca la cámara frente a ellos, abre la tapa del estenopo para permitir la entrada de la luz y comienza a contar: “Mil uno, mil dos, mil tres…” hasta que considera que la imagen está grabada en el papel fotográfico. Durante el revelado en el laboratorio, sumerge la fotografía en el revelador, luego en el baño de paro, después en el fijador y finalmente en una charola con agua.

“Me doy cuenta de qué lado del papel está la imagen porque se siente liso, y del otro lado se siente un poquito rasposo”, cuenta mientras revela su fotografía. 

De la misma manera que los normovisuales, las personas invidentes aprenden fotografía, comienzan por conocer la historia, para luego armar por ellos mismos una cámara estenopeica con la que capturan un negativo que después revelan en el cuarto oscuro. Finalmente, trabajan con una cámara réflex que los profesores, Jesús, Luz y Fernanada adaptaron especialmente para ellos, colocando unas piedritas de plástico como guías en el cuerpo de la cámara para que puedan ubicar las distancias focales, y la apertura del diafragma. “Así  logran  manejar la cámara de forma manual, saben medir la luz, trabajar con aperturas de diafragma, con velocidades de obturación y enfocan hasta mejor que yo”, comenta Villaseca. 

Para enseñarles composición, después de haber desarrollado sus sentidos, el profesor, a través de la regla de tercios, les describe lo que hay en cada uno de los nueve rectángulos: “En el primer rectángulo hay una roca, en el segundo unos pies, en el tercero una planta” y así sucesivamente hasta completar los nueve rectángulos que forman dicha regla. Les cuenta cómo es el paisaje y ellos deciden qué fotografías quieren tomar. 

LA ENSEÑANZA ES RECÍPROCA 

El cambio en los  alumnos una vez que comienzan a tomar el taller, es drástico porque no solamente les enseña a tomar fotografías, les ayuda a recuperar la confianza en sí mismos, a cuidarse más, y a mejorar su autoestima. Incluso algunos aseguran que les regresaron las ganas de vivir, como Marcela que recuerda que después de haber perdido la vista no tenía ganas ni siquiera de acercarse a la puerta de su casa y ahora, desde hace dos años recorre sola la ciudad en transporte público desde el municipio de Chalco en el Estado de México hasta la alcaldía Iztapalapa, donde se encuentra la escuela de fotografía. 

“Cuando empecé con la foto, me di cuenta que la vida no se había terminado en el momento que dejé de ver sino que podía seguir. He aprendido a utilizar mis otros sentidos, que siempre están ahí, pero no les ponemos atención hasta que nos falta uno. Muchas veces lo que yo me imagino es más bello de lo que son las cosas porque yo lo veo con mi mente, con mi corazón con mis oídos”, narra Marcela, quien, con la ayuda y el ánimo que le brindan sus compañeros fotógrafos, también estudia en la Escuela Nacional de Ciegos.

“Cuando inicia el taller hay llanto, desconsuelo y desesperación, pero conforme avanzan las clases, descubren que son capaces de lograr hacer fotografía aún cuando son ciegos, eso les cambia la vida y logran transmitirlo a los demás,  motivando a muchas otras personas que no se atreven a salir adelante”, comenta Jesús Villaseca.

El compañerismo, el trabajo en equipo, la empatía, la sensibilidad, el amor a sí mismo y hacia los demás, son cualidades de las que los asistentes (alumnos, profesores o invitados), se nutren en cada una de las clases, resulta no sólo asombrosa sino también maravillosa la lectura sensorial que hacen los compañeros de una persona sin juzgar por lo que ven, observando el interior desde su propio interior.