Por Yuriria Sierra
Cualquier lector asiduo de esta columna se sentirá sorprendido con la oración que diré a continuación: ayer vi por primera vez a un López Obrador presidenciable. Esto no significa que voy a salir corriendo a votar por él, pero sí que le reconozco que lo he visto políticamente más responsable, más en los zapatos de un aspirante a jefe de Estado y no solamente en los de un provocador político. Lo digo por la entrevista que le dio ayer a mi querido colega Carlos Loret.
El pasado lunes, el periódico Reforma publicó la última de sus encuestas, y Andrés Manuel sería el próximo presidente si la elección hubiese sido ese día. Se sitúa apenas un poco más arriba que Margarita Zavala, pero arriba al fin y al cabo. Poco. Y eso es lo primero que tienen que leer ambos: “poco”. Tal vez AMLO ya lo está haciendo; tal vez habrá aprendido de sus experiencias pasadas, en donde cantó victoria demasiado pronto y así cometió varios errores que le costaron las elecciones de 2006 y 2012: se radicalizó por completo pensando que ya tenía el triunfo en la bolsa. Tal vez por eso, tal vez, es que ayer lo escuchamos mucho más receptivo a la crítica aunque no sé si ésta sea la palabra correcta. A la pregunta de si llevaría a juicio a Enrique Peña Nieto y a Felipe Calderón, AMLO se limitó a decir que no, “yo no voy a actuar así, no me gustan las malandronadas...”. Entonces ¿por qué ha hecho tantos señalamientos contra ambos? ¿Mera estrategia incendiaria y propagandística? “Olvido no, perdón sí”, agregó. Algo así como lo que indicó Donald Trump, cuando ya como presidente electo le cuestionaron si investigaría a Hillary Clinton, como lo prometió en su campaña, y respondió que no, que no quería hacerle daño ni a ella ni a su familia. Pero Trump ya siendo presidente electo. A AMLO le falta año y medio. Pero está, se intuye claramente, tratando de mandar mensajes.
A lo mejor, también pienso, quiere sacudirse de una vez por todas cualquier indicio de rijoso que permita las comparaciones de su persona con la de Trump. Aunque es un ejercicio inevitable dada la naturaleza de algunas de las declaraciones de ambos personajes. Pero con el innegable olfato que caracteriza a AMLO, pensará que ahora cualquier semejanza con el republicano sería un despropósito para su campaña.
Pero la nota fue cuando expresó que estaría dispuesto a aliarse con Enrique Peña Nieto: “Si hubiese una amenaza a los intereses de los mexicanos, a los derechos de migrantes sí. Si la causa lo demandara ahí estoy, ahí estaré al lado de Peña Nieto y de quien fuese para defender al pueblo, a los migrantes y para defender la soberanía de México...”, contestó cuando le preguntaron sobre el futuro de la relación de México y EE.UU. teniendo a Trump habitando la Casa Blanca. Y ese fue el momento en que pudimos ver, por primera vez desde que lo conocemos en la arena pública, a un político que antepone el interés superior del Estado al mero interés, agenda, filias o fobias personales.
Jamás habríamos pensado una declaración como ésta en boca de Andrés Manuel: los tiempos la exigen, por supuesto, y eso se lo reconozco. AMLO se vio como un candidato presidencial que está dispuesto a sentarse a la mesa con todos los personajes, con tal de ver por el bien del país y de todos sus ciudadanos, no solamente de sus feligreses. Pocas, poquísimas veces, lo hemos visto así, tan lejos de la provocación incendiaria y tan cerca de la razón de Estado.
Ahora bien, antes de esta entrevista en Despierta con Loret, en su cuenta de Facebook AMLO había subido un video en el que aplaudía la decisión de Trumpde cancelar el pedido de un nuevo Air Force One a la compañía Boeing. Un guiño extraño al republicano (y a sí mismo, evidentemente por la campaña de crítica a Peña Nieto por el avión “que no tiene ni Obama”. Tanto Trump como AMLO se fueron con la finta y no se enteraron de la respuesta de Boeing, en la que detalló que los cuatro mil millones de dólares que, según el Presidente electo de EE.UU., se ahorraría por cancelar el pedido de la aeronave, era una cifra sacada de contexto. Incluso, le ofreció negociar los costos del avión que tiene años fabricando para el gobierno de EE.UU. Y que en el contrato, se establecen cláusulas que elevarían mucho más el costo por cancelación que por la adquisición de la aeronave.
Tal vez por esas comparaciones, tal vez, es que AMLO decidió bajarle a su discurso radical. Y reconozco que eso le ha servido para posicionarse mientras el resto de los suspirantes a 2018 se pelean al interior de sus respectivos partidos. Ayer, AMLO se vio y escuchó presidenciable. Aunque (y para eso falta más de un año), ya tendremos tiempo de irle preguntando (como al resto de l@s candidat@s) los “qué” y, sobre todo, los “cómo” de las políticas públicas que piense implementar no sólo respecto de la relación entre México y EE.UU., sino para resolver todos los problemas que enfrenta este país. Porque lo que sí sabemos todos, es que las varitas mágicas no existen, ni en la granja, ni afuera de ella.