26 de Abril de 2024

Juan Manuel Vázquez Barajas

La siguiente semana la gente de Coahuila e Hidalgo harán algo que normalmente no se ve en octubre: irán a votar. Desde abril, el Consejo General del INE decidió aplazar las elecciones originalmente programadas para junio debido a la pandemia del Coronavirus. En ese entonces, se consideró que era más importante resguardar la salud que obedecer un calendario electoral. Sin embargo, la pandemia no se ha ido, y el riesgo de contagio sigue siendo una posibilidad. Para prevenirlo, las autoridades tomarán una serie de precauciones, incluyendo la sanitización de las casillas y el uso obligatorio del cubrebocas, por nombrar algunas.

Esta situación ha evidenciado una gran debilidad del sistema electoral mexicano: su falta de flexibilidad. En otros países con elecciones programadas para este año se pudieron tomar alternativas al voto en persona, tales como el voto postal o voto por adelantado. Es decir, las personas contaron con la posibilidad de votar desde casa y enviar su boleta a la autoridad electoral, o ir a votar días antes del día de la elección para reducir la afluencia a las casillas.

En México no contamos con esas posibilidades dada una historia larga de desconfianza. Dada la historia de resultados cuestionables, hemos construido procesos electorales enmarañados, repletos de supuestos candados y medidas de seguridad que llevan a que la elección solo pueda realizarse en un solo día y con una concurrencia a las casillas para depositar nuestro voto en papel.

La frase “papelito habla” resume la sensación de alivio que produce ver una manifestación tangible de nuestro voto.

Lo que la mayoría de los ciudadanos no conoce, es que el voto en papel trae consigo una serie de debilidades, tales como la ambigüedad de su sentido, el fácil extravío o destrucción, y un margen de discreción para su interpretación por parte de las autoridades.

Es por ello que la ciudadanía tiende a ver diferencias entre el PREP, el cual se produce con el cómputo en casilla, y el resultado final que es determinado por los consejos del OPLE o INE, o por un tribunal.

Esta situación presenta un callejón sin salida para fomentar la confianza de la ciudadanía. Por un lado, es complicado experimentar con mecanismos de voto por internet o correo postal porque se desconfía de ellos, y por otro se sigue generando confusión al tener varianzas entre resultados preliminares y definitivos.

No obstante, puede que la situación que vivimos en 2020 presente una oportunidad. Es posible que el impacto de esta pandemia se extienda y posiblemente presente implicaciones para las elecciones de 2021. Ante esa posibilidad, es importante que las autoridades se planteen alternativas y consideren seriamente la modernización del voto.

En el siglo XXI tenemos que aceptar el nuevo papel que la tecnología juega en nuestras vidas cotidianas. Según el propio Instituto Federal de Telecomunicaciones, en 2018 el 66% de los mexicanos ya eran usuarios de internet, mientras que el 62% utilizaban teléfonos celulares inteligentes. Por supuesto, su uso se ha limitado a cuestiones de la vida privada, pero conforme va evolucionando y avanzando su uso, es probable que también se adapte a la esfera pública.

A la fecha, ya hemos visto cómo estas tecnologías pueden adaptarse a nuestras elecciones. Basta con ver la aplicación del INE para recabar apoyos para candidaturas o consultas ciudadanas, entre otros usos. Para 2021, también se ha desarrollado un piloto de voto por internet para mexicanos residentes en el extranjero. Este experimento será sumamente importante para estudiar la viabilidad de este mecanismo, ya que podría abrir el camino para un uso más extenso en todo el país.

Si bien no todos los mexicanos tendrán acceso a los recursos materiales necesarios para votar de esta forma, ello no debería ser razón para no explorarlo. A diferencia de lo que algunos quizá piensen, el voto por internet o el voto postal no tienen que reemplazar por completo al voto en casilla. En todo caso, puede ser una forma de facilitar la participación ciudadana e incrementar el número de votantes en una elección. Tomando en cuenta la situación actual, podría reducir la afluencia física a las casillas, disminuyendo así el riesgo de contagio que pudiera presentarse en estos puntos.

El voto por adelantado también puede ser una forma de votar que se quede en nuestro sistema. Varios países ya implementan esta forma para permitir mayor flexibilidad a los ciudadanos, permitiéndoles ejercer su deber cívico en un periodo mayor que un solo día. Este tipo de flexibilidad implica un gran reto, por supuesto. Para empezar, las autoridades deberían tomar previsiones e instalar casillas de voto adelantado, las cuales quizá no dependan de ciudadanos voluntarios, sino de personal del propio INE u OPLE. También implica un reto logístico y económico, ya que alarga la jornada electoral a un periodo electoral.

No obstante, todo esto es accionable, y a la larga permite que el ciudadano se beneficie de mayor opción en sus vías de participación. En vez de obligar al ciudadano a adaptarse a un sistema viejo, obliga al sistema a adaptarse al ciudadano de hoy. El ciudadano es primero, el sistema es segundo.